Sé que le dije: me ha
encantado esa frase que has dicho. Y lo dije de verdad, convencida, pensando,
como siempre: qué buena frase para comenzar un relato. Qué actual, qué
inspiradora. Pensé “esta no la olvido, seguro”.
Fue ayer, en nuestra
acostumbrada salida nocturna. Hoy me he despertado dispuesta a escribir.
Desayuno tranquila -sin el desayuno, nada funciona- haciendo crucigramas,
pocos, y abro el ordenador.
¿Cuál era la dichosa
frase? Paso diez o doce minutos exprimiendo mi maltrecha cabeza. Nada. ¿Cómo
puede ser esto, otra vez? Pienso en llamarla: “¿Recuerdas la frase que dijiste
en el último bar, y yo te toqué el brazo y te dije: me ha encantado?” Tonto y
además poco oportuno, porque hoy estará liada con los preparativos del viaje de
vuelta a su tierra.
Con un sol
resplandeciente sobre la mesa, además del ordenador, el tabaco y mi botella de
agua, decido escribir lo que sea. Lo primero que se me ocurra. Escribir. Abro
una página de Word.
Justo entonces suena el
teléfono. Es ella, mi amiga. Qué maja, siempre me llama antes de irse y también
cuando llega. A lo mejor puedo preguntarle...
Apenas digo “hola
guapa”, la oigo: “Oye, que ya sé que no te vas a olvidar, pero “porsi”: llego
este viernes tarde y te llamaré para quedar el sábado ... Pero ¿qué dices de
ayer? No entiendo, no te líes: ayer yo estaba aquí con mis sobrinos … Es el
próximo viernes cuando llego a Zaragoza, que ya tengo ganas de verte...”
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Para Nesi, con amor.