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lunes, 13 de enero de 2025

41. POEMA CON LAS PALABRAS: DOLOR, RUMOR, HONOR, TEMBLOR

 



Te fuiste, despreciando mi dolor,

dejándome presa de un terrible temblor.

Me encerré en casa,

pero un día me llegó el rumor

de que habías fallecido por un asunto de honor...

y yo no quise saber nada.


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Clase de escritura creativa AFDA. Otoño 2024

lunes, 24 de abril de 2023

UNA NIÑA QUIERE HABLARME

 

Hace días que quiere hablarme una niña.


Trenzas marrones y grandes ojos oscuros.


Me observa, me sigue, se para cerca de mí.


Yo no quiero hablar con ella, no le hago caso.


Intento concentrarme en otras cosas.



Sentada en el escalón de una puerta borrosa


me espera tranquila;


saca del bolsillo una muñeca de trapo 


y alisa su vestido, mirándome de reojo.


Y yo me agarro a cualquier cosa.


Pongo la radio. Quito la tele.


Tiendo montones de ropa húmeda.


Cambio el agua de las flores. Y dejo pasar el tiempo.



De noche, al acostarme, ya no la veo.


Pero sé que ella también se acurruca a dormir


con su muñeca entre los brazos,


esperando que yo despierte.


No aparece en mis sueños, pero no le importa.



Siempre está en los lugares que amo.


A veces se tumba bajo mi árbol preferido y me mira fijamente,


como diciendo "vamos, vamos".


Otras veces contempla el sol que desaparece tras el mar.


Y la brisa nos levanta a las dos el flequillo.



Intuyo que finalmente hablaremos.


Sé que me va a preguntar lo que no quiero responder.


Que me recordará lo que llevo una vida intentando olvidar:


por qué no abrí aquella puerta,


por qué los dobleces, disimulos y cobardías,


por qué desilusionar a los niños.



Después pondrá su muñeca en mi regazo,


y me consolará.

 

TÚ VENDRÁS



En estas absurdas mañanas

en las que me despierto llorando

a pesar del montón de pastillas,


sé que tú vendrás silencioso,

apoyarás mi cabeza en tu pecho

y secarás cada lágrima con un beso

hasta que yo me tranquilice.

 

Nos miraremos a los ojos en silencio,

nos reconoceremos

y planearemos un plácido paseo matutino

como los de antes.

 

Simplemente, tú existes solo en mis sueños

y yo tengo que tomarme las pastillas

para que los vigilantes estén tranquilos;

 

tengo que secarme las lágrimas

de cualquier forma, posible e insistente

y seguir intentando hacerme la fuerte.

SENTADA A LA PUERTA DE MI CABEZA,


ante mis ojos, el paisaje sólo es color:

blanco resplandeciente, azul claro, a veces rosáceo,

o anaranjado. A veces muy nublado.

Ante mí comienzan a pasar personas y situaciones de mi vida, 

como si volaran.

Aquel niño que me enseñó cómo eran los sexos,

el suyo y el mío,

y me enseñó cómo se usaban, 

sin que pasara nada más, 

en medio de un campo de trigo.

Esto no lo he contado nunca.

Las tatas Anselma y Valentina, 

que ahora son amigas en nuestra galaxia

y me sonríen con gesto entre pícaro y cariñoso.

Mis primos mayores,

de los que yo quería aprender tantas cosas

y han quedado diluidos en la vida y en el tiempo.

Mis doce años, escribiendo y rompiendo

antes de que nadie lo leyera.

Mi madre, encargándome cuidar a mis hermanos pequeños

aquélla mañana rara del día en que murió.

Ese encargo nunca lo cumplí.

Aquella monja, dulce, guapa y joven,

que me trataba con tanto cariño en el colegio. Era la única.

Años más tarde me enteré de que ya no era monja,

y me alegré profundamente por ella.

Mis amigas del colegio, una por una.

Ya no me queda ninguna.

Los hombres que he amado tanto, tan diferentes entre ellos.

Ahora ya tampoco están.

El día que me ahogué en el lago de Panticosa

y me salvaron en el último instante.

Vi el túnel blanco y la mano tendida al fondo.

Las dos veces en que estuve a punto de morir en un hospital.

Las personas que, cuando me veían leyendo, me decían 

"¿pero, es que no tienes nada mejor que hacer?".

Mi abuela paterna, con su sombrero y su gargantilla.

Yo casi la odiaba.

Y espero que me haya perdonado.

Pero aparece ante mí muchas veces.

La violación y el aborto, sin embargo, ya no aparecen.

Los tres partos de mis hijos, tan distintos.

Cuando mi hijo pequeño,

dentro de mi vientre en el hospital, me decía:

aguanta, mamá, yo llego enseguida, me esperan mis hermanos.

Mis hijos, uno por uno,

tan distintos,

que ahora son mi vida.

La ilusión del trabajo, la estupenda gente que conocí.

Y los duros y malos momentos que pasé.

Treinta y cinco años.

La ilusión de la jubilación: viajar, viajar.

Y mi hermana muriendo entre mis brazos,

que cambió todo.

Pero a ella también la veo mucho y me habla.

Mi padre,

al que todavía sigo viendo por la calle,

lo confundo con otras personas

y tengo que pedir excusas.

La tía Lola, siempre sonriente,

la primera persona que me dijo

"tú puedes".

La piscina de mis otros tíos,

en la que nos bañábamos 

con cuello cerrado, manga corta y faldita.

Pero qué tiempos más felices.


Suena el teléfono.

Me levanto a cogerlo. 

Y mi cabeza en un minuto vuelve al presente.

Este presente que nunca había imaginado.

 

domingo, 23 de abril de 2023

MI PIEL SE SIENTE SOLA


  

Mi piel se siente sola.
Grita tu ausencia.
Añora el roce eléctrico de tu piel.

De noche mis brazos están helados,
mis piernas se agitan entre las sábanas; 
al hueco de mi vientre 
le falta el dulce peso de tu cabeza,
el calor de tu lengua, 
el cálido susurrar de tu respiración.

Mi piel se acartona por momentos.
necesita unirse con la tuya,
transmutar en una sola piel.

sábado, 22 de abril de 2023

EQUIVOCADA DE GALAXIA

 

Ha vuelto.

El llorar sin motivo.

O con tantos motivos a la vez,

que ya ni apetece comentarlos.

La gente se cansa de verte llorar.

Prefiere verte callada y sonriente,

sobre todo, callada y sonriente.

Sobre todo, sin hablar de tu mala salud.

Sin hablar de las "novedades" 

que aparecen cada día en tu cuerpo, 

y crees que tienes que enseñarlas

para que se lo crean.

Pero claro, eso molesta.

De tu buen humor, que no entienden.

De tu mal humor, que les ofende,

y casi siempre tienes que excusarte.

Recuerdas cuando, de niña, creías no tener sitio

en este mundo.

Ahora se te ha empezado a ocurrir otra vez.

A lo mejor es eso, que te equivocaste de galaxia.

Pero ahora me temo que tiene mala solución, 

solo hasta cuando me muera.

Y en eso pienso hoy. En morirme. 

Lo llevo pensando toda mi vida, y sin tenerle miedo, al revés.

Pero hoy se me han saltado las lágrimas, 

porque de repente me duele dejar a la gente que no me entiende.

 

EL ORDEN DE LAS COSAS

 

 

¿Por qué ahora quieres convertirte en un lobo, si tú eres un león?

¿Qué recóndito arcano despierta en ti esta idea desconocida?

Y la Voz murmura tras tu oreja:

Porque al fin podrás aullar a la luna sin que nadie se extrañe.

Y se restablecerá el orden de las cosas.

 

 

CULPA

 

Tras más de cincuenta años de guerra,

de batallas,

de asedios,

incluso de intentos de paz,

un inesperado día

la culpa me habló desde el corazón:

seguía viva, y dentro de mí.

AMOR PLATÓNICO


En aquellos lejanos tiempos
que ahora parecen de otra galaxia,
cuando éramos adolescentes, idealistas, ingenuas
se hablaba a menudo del amor platónico
-Al menos entre las chicas que yo conocía-.
Y nos creíamos superinteresantes y cultas,
(Imagino que por lo de platónico).


Duró poco. Llegaron los hombres reales,
los que estaban a nuestro alcance, el amor humano.
Y gozamos, sufrimos, reímos, lloramos.
Tuvimos hijos.
Conocimos el desamor, incluso la muerte cercana.
Y la vida fue pasando
Terriblemente ocupada.


Ahora que soy casi vieja
todo es un círculo, todo vuelve en mi interior
con la misma emoción/ilusión que entonces.
De nuevo sonrío, canto, me ensimismo;
me maravillan las hojas de los árboles,
la salida y el ocaso del sol.
Y la luna. Nunca olvidemos a la luna.


Tú has tenido la culpa
-si fuera pertinente hablar de culpas
Y no del azar, de las sincronicidades de Paul Auster-.
Claro que me gustaría que este amor fuera real,
cercano, físico y no platónico.
Lo imagino muchas veces
¿Por qué sé que sería maravilloso?


Pero cuando una se va haciendo vieja

sucede algo consolador: entiendes todo, aceptas todo.

Y no te enfadas ni sufres ya.
La serenidad, la placidez.
Lo feliz que eres con tu amor platónico.


Simplemente pienso en ti casi cada hora.

Y sonrío. Sonrío.

AL OTRO LADO DE LA VALLA

 El toro, grande, quieto,

me observa muy serio tras la valla.

Intento mirarlo fijamente a los ojos.

Es imposible, los tiene muy separados.

No sé cómo vamos a entendernos.

Pero parece majo.

Si me coge, ya no tendré que ir al colegio.

Por lo menos en varios días.


“¡¡Rosa!!”

mi padre gritando desde el coche

“¡¡Que nos vamos!! Demonio de cría”.

 

Sin dejar de mirar el ojo derecho del toro,

me sujeto a los palos con una mano.

Levanto una pierna, luego la otra.

Me doy impulso y caigo al otro lado de la valla.

 

 

 

 

 

 

 

A VECES


A veces no entiendes la vida.

O casi siempre.

Todo lo que te rodea ha cambiado

sin pedirte permiso,

sin que lo hayas pedido.

¿Y quién iba a escucharte a ti?

Impera la rabia, el rencor, la mentira.

La envidia.

Nos creemos únicos, importantes.

Y de alguna manera, lo somos,

siempre que aceptemos a los demás


tan importantes y únicos como nosotros.

Esto ya no se entiende así.

Y tú te sientes extraña, sola, atemorizada.

Además, la naturaleza agoniza

ante la indiferencia humana.

Sólo el dinero y el poder importan,

sea lo que sea para lo que sirvan.

Siempre que das limosna, a alguien le molesta.

Nadie quiere pensar en la impalpable línea

que separa el bienestar de la indigencia

en este mundo que hemos creado.

Y tú sabes bien que es impalpable

y que puede aparecer de súbito.

Últimamente no quieres que nadie tenga hijos.

Te angustia sobremanera

la vida que les espera a los niños.

Sobre todo, a tus nietos,

si algo o alguien no consigue

que cambie este horror.

Pero no está en tu mano,

 Es mejor y más útil para todos

que sólo te centres en lo afortunada que eres,

a pesar de los pesares.