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lunes, 13 de enero de 2025

41. POEMA CON LAS PALABRAS: DOLOR, RUMOR, HONOR, TEMBLOR

 



Te fuiste, despreciando mi dolor,

dejándome presa de un terrible temblor.

Me encerré en casa,

pero un día me llegó el rumor

de que habías fallecido por un asunto de honor...

y yo no quise saber nada.


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Clase de escritura creativa AFDA. Otoño 2024

40. RELATO CON LAS PALABRAS: BANCO, PLANTA, PROTECCIÓN

 


Lucía está enfadada porque es otoño. Los que la conocen, saben que no le gusta nada el otoño, que a veces lo odia. Pero ese día decidió ir a dar un paseo para ver si así se despejaba un poco. Para animarse, se arregló un poquito y cogió la muleta en lugar del andador. Que nadie diga que no lucha contra sus enfados. En plan friki, se puso un solo pendiente y la gabardina nueva (nueva para ella, vieja para su hermana, que siempre le regala su ropa). Finalmente, para hacer el ritual completo del buen rollo, que suele funcionar, regó su planta, la única de su casa, la que le regaló su gran amigo de Fb (confía en que ésta dure más que las otras).

En la calle había sol, pero muchas nubes. Se sentía contenta y se dirigió hacia la avenida, ancha y soleada, perfecta para caminar, y para sentarse un rato en un banco. En ese momento de optimismo, olvidó que había una subida bastante pronunciada para ella y su muleta.

El funeral fue muy sentido, pero más que eso, atónito y desconcertado. Yo puse sobre la losa la planta de su amigo de Fb. La que nunca crecía pero tampoco se moría. Ellas se protegerán.

sábado, 28 de diciembre de 2024

38. BAILE

 

Paró la música. En breve, cerraba la discoteca. Luis y Luisa se acercaron a la barra.

--No sabía que bailaras tan bien, Luisa.

--Lo mismo digo, Luis.

--¿Qué quieres tomar?

--Agua.

--¿Cómo, agua? Tómate un cubata, mujer.

--Sí, pero un cubata lleva a otro y se hace muy tarde, demasiado tarde.

--¿Eso tiene alguna segunda lectura?

--Sí, que no me interesas, Luis

Y con el botellín de agua en la mano, ante la cara atónita de Luis, desapareció.

sábado, 16 de noviembre de 2024

34. A TRAVÉS DEL ESPEJO. 2.

 



Estaba dormida, y no se dio cuenta. Pero cuando despertó, quiso levantarse y caminar, y no podía. Alrededor de la cama había un muro invisible y poderoso, como un cristal, que no la dejaba llegar a su vida conocida.

Miró a su alrededor y, para su sorpresa, el panorama visible tampoco le era desconocido. Se sentó en el suelo para observar pacientemente, ya que no podía hacer otra cosa.

Y se fue dando cuenta de que, al otro lado del espejo, estaba todo lo que ella había querido siempre olvidar:

Las terribles peleas entre ella y su hermana, que las dejaban exhaustas,

Cuando ella acusaba de algo a las tatas, y mamá les echaba grandes broncas y, por la noche, ella las oía llorar en su cuarto. Con gran culpa, como siempre, eso sí.

Aquella terrible tarde en que dejó al otro lado de la puerta a su abuela, haciendo como que no estaba en casa. La abuelita era coja, no podía andar sola. No había móviles aún. El recuerdo de lo que haría su abuela aún la persigue. Pero lo que más la impresiona es que, al día siguiente, era como si no hubiese pasado nada. La abuelita estaba en su casa. Nadie dijo nada nunca.

Al otro lado del espejo sólo se veía lo ocurrido en aquellos momentos. Con el sufrimiento que le habían causado toda su vida.

¿Por qué existen los otros lados del espejo?


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Curso de escritura AFDA (4/11/2024) 

sábado, 19 de octubre de 2024

30. DANUBIO AZUL

 En aquella época, 50-60s, muchos veraneábamos en el Balneario de Panticosa, una de las bellezas del Pirineo aragonés. La vida no me ha dejado volver más, pero lo recuerdo a menudo. Aquellas cumbres nevadas, el precioso lago, quieto, frío y cristalino, el mirador, el ambiente novecentista y elegante de sus edificios, sobre todo el Casino y el Gran Hotel. 

En ellos, un maravilloso trío de hombres mayores al piano, violín y violonchelo, tocaban valses y tangos, trozos de ópera, sonatas de Chopin; el tipo de música que permitiese conversar (bajito, por supuesto, no como ahora). Lo hacían en las comidas (y creo que cenas, no recuerdo bien). Si hacía buena noche, también tocaban en la terraza del casino. Y si no, en las salas del interior, música diferente, más animada, que permitiese bailar.

Cuando aquella familia comenzó a pasar los veranos en el Balneario, ya sin mamá, Violeta tenía 12 años y le daba vergüenza todo. Por ejemplo, había en su pandilla chicos atrevidos a los que les gustaba bailar, y a ella le daba terror pensarlo. 

Un verano de ingrato recuerdo, a Violeta le llegó la regla por primera vez en el Balneario. Menos mal que las camareras del hotel eran encantadoras y le contaron y explicaron. A papá, cuando fue a explicarle, casi le dio un infarto.

El problema, o no sé coḿo llamarlo, fue que al día siguiente, había baile en el Casino, y Violeta ya bailaba, sobre todo con Manolo, que le gustaba a papá porque era el hijo mayor de su mejor amigo. Así que Violeta no podía ni insinuar el no ir esa noche al baile.

Trató de tranquilizarse, una camarera muy simpática la maquilló un poquito, se puso una enagua y dos bragas debajo del vestido largo. (En el Balneario, en aquellos lejanos tiempos, íbamos muy elegantes). Creyó que así protegía bien aquella enorme y maldita compresa de tela.

Llegaron todos, los padres se sitúan en la zona del bar del casino y comienzan a animar a sus ruborizados hijos. El trío llamado orquesta, como siempre, atacó el Danubio azul. Manolo, como un rayo, se acercó a Violeta y la cogió de la mano. Empezó a atacar los dos pasos y vuelta, dos pasos y vuelta, cada vez más deprisa, agarrándole fuerte la cintura. Lily casi volaba.

De pronto, la gente empezó a rumorear. Por el suelo también bailaba el Danubio azul una compresa de aquellas de tela. No diré de qué color.

Violeta ya no volvió más al Balneario.


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CURSO DE ESCRITURA AFDA. (30/09/24)

martes, 3 de septiembre de 2024

26. ESO JAMÁS LO DUDES

 


--Eso jamás lo dudes, me dijo muy seria y a la vez alterada mi amiga Mariví, como enfadada conmigo, cuando normalmente iba de dulce y conciliadora.

Pero ese día, nunca se sabe cuándo ni cómo ocurren las cosas, me alteró por dentro y le contesté:

--Mira guapa, esa frase es de las que nunca se pueden decir, ¿quién eres tú para ordenarme a mí que dude o no dude de algo? La duda forma parte del ser humano, te diría que del universo, ha sido origen de guerras y desengaños... sobre todo, es de muy mala educación hablar así a los demás, ordenando.

La pobre estaba estupefacta.

--Pero yo no creía... no sabía que era tan importante decirte que no dudaras de que mi Antonio me adora.

En ese momento sonó mi móvil dentro del bolso. Metí la mano y lo apagué. Era Antonio, para quedar luego.


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Curso escritura creativa AFDA (agosto 2024)

25. A TRAVÉS DEL ESPEJO. 1.



Al mirarme en el espejo, al otro lado me asaltó una cara que me parecía conocida, que me sonaba a alguien.

Me detuve un momento para mirarla mejor, me daba curiosidad, una sensación que no había experimentado hace muchos años, creo.

Últimamente había decidido tomarme la vida en plan ni fu ni fa, total qué más dá, sucederá lo que tenga que suceder y aburrimientos de ese estilo. A veces la edad es lo que tiene.

Mientras tanto, mi reflejo en el espejo me miraba atentamente. ¿He dicho mi reflejo? Qué tontería, si no tiene nada que ver conmigo. Bueno, un aire... Para comprobarlo, empecé a hacer muecas, a sacarle la lengua. Ella permanecía inmutable. Qué cosas.Pero la verdad es que no me dió miedo en ningún momento. ¿Por qué me tenía que dar miedo una cara en un espejo?

Empecé a encontrar alguna pequeña similitud entre las dos, aunque ni yo me lo creía, al principio. Ojos oscuros: sí. Labios finos: sí. Arrugas y manchas, sí. Levanté una mano y ella levantó la misma. La apoyé en el cristal, y ella la apoyó sobre la mía, como en las películas.

Ahí me empecé a mosquear. Si no éramos iguales, si yo era un desastre y ella era..., no sé, tenía un halo... un halo que yo descubrí en ese momento que le envidiaba, y me quise retirar del espejo. Ya valía de experimentos.

Le eché un último vistazo y entonces ocurrió algo. Ella sonrió, alargó los brazos hacia mí, y desde entonces vivo al otro lado del espejo.


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Curso de escritura creativa AFDA (Agosto 2024)

viernes, 19 de julio de 2024

18. EL CAPITÁN DEL TITANIC

 


Bueno, parece ser que nos vamos a la mierda. Que esto ya no tiene remedio, según los últimos acontecimientos y las últimas informaciones. Pues nada, me lo voy a montar para parecer un héroe, para quedar guay a los ojos del mundo: el capitán que ayuda a todos, el último que abandona el barco, etc. etc.

Total, ya no hay remedio.

Y que se joda mi mujer, Isabel, que siempre me está diciendo que soy un cobarde y que no tengo agallas.



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Curso de Escritura AFDA. (Julio 2024)

13. LA MÁQUINA DE LOS SUEÑOS

 


Era la máquina más visitada de toda la feria. Pero la gente normal no se daba cuenta de lo que hacía, a lo que se dedicaba. La máquina, avara como ella sola, a los que depositaban 1€ en su ranura, de inmediato le leía algún detalle de lo que había soñado esa noche, y ya está.

Pedro estaba pachucho y no quería salir de casa, pero al final fue convencido por su mujer, que no se quería perder la máquina de las Ferias de la que hablaba todo el mundo. Llegaron y Pedro metió el euro por la ranura, pero su mujer, con disimulo, introdujo otro.

Doble dinero significaba que la máquina contaba sus sueños con todo detalle y su voz metálica y aguda. Al recibir los dos euros, comenzó a relatar con todo detalle el sueño de Pedro, que, aunque en realidad a él mismo le había dejado estupefacto, trataba con detalle de que Pedro se acostaba con su secretaria. La tarde de feria terminó muy mal.


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Curso de escritura AFDA. Sin fecha


11. OFERTA DE CENA GRATIS

 


Me llama Pedro al móvil, muy nervioso:

-¿Estás vestida?

-Hombre, desnuda no suelo ir por casa...

-Que no, que es que hay en el Royal una oferta de cena gratis para los cincuenta primeros clientes... Anda, corre, que voy a buscarte

-Vaaale -pensaba que era una bobada, comer no me entusiasma.

Llegamos al Royal de los primeros, bueno era Pedro para estas cosas. Al ¿qué desean los señores? del camarero, me apresuré a responder:

-Filete de yak del Himalaya poco hecho, con hierbas variadas.

El camarero palideció un poco:

-Señora, eso...

Pedro, al contrario, enrojecido, le contestó:

-No se preocupe, ella es así. Tráigame a mí paletilla de ternasco con patatas a lo pobre, y dos helados de postre

y entredientes, añadió

-Y un caldito para la señora.

Después de esa ¿cena? no volví a ver a Pedro.


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Curso de Escritura AFDA. Sin fecha


9. SIN TÍTULO

 


Muchos años después, mi nieto pequeño, que ya tenía coche, se empeñó en llevarme a veranear a Ezcaray.

No me podía resistir nunca a él, además hacía mucho tiempo de aquéllo, y se había quedado congelado aquí dentro. Mi vida había ido por otros derroteros. Boda, hijos, divorcio, nietos, muerte de mi ex... Y el pequeñajo éste siempre observando, siempre escuchando con cara de despistado, pero yo lo quería tanto...

Lo ví, claro que lo ví. En la misma terraza del mismo bar, con bastones y ojos tristes. Mi nieto estaba nerviosísimo. Pero sólo yo conocía la respuesta.


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Curso de Escritura AFDA, 27/05/2024.

8. CARTA AMENAZADORA

 


Querida (ejem...) Luisa:

No pienses que estoy molesta porque te acuestes con Pepe (mi marido, ¿recuerdas?). El caso es que no lo entiendo muy bien, porque no sé que le has visto, guapa. Que lo conozco hace 25 años, sí, cuando nuestros padres y nuestras madres eran amigos... Por cierto,

 se me había olvidado decirte que todos ellos tienen ya en sus móviles las fotos que os hace ese espejo de techo tan mono que te puso mi padre, al que no reconociste, cuando tuviste una avería en el coche. Ni siquiera recuerdas que es mecánico de coches, y eso me sienta muy mal, mira...

Te vas a hacer famosa, Luisa, como querías cuando eras pequeña. Ah, y Pepe ha salido ya hacia sudamérica con billete de ida. 


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(Curso escritura AFDA, sin fecha)

martes, 28 de mayo de 2024

6. ÚLTIMA CENA

 

Pedro en mi móvil, muy nervioso:

--¿Estás vestida?

--Hombre, desnuda no suelo estar por casa...

--Que no, que es que hay una oferta en el Royal de una cena gratis para los 50 primeros clientes... anda, corre... que te voy a buscar ya

--Vaaale --pensaba que era una bobada, comer no me entusiasma.

Llegamos a punto al Royal, menudo era Pedro para estas cosas. Al ¿qué desean los señores? del camarero, me apresuré a responder:

--Filete no muy hecho de Yak del Himalaya con hierbas variadas.

El camarero me miró con los ojos muy abiertos. Pedro palideció y se apresuró a responder:

--No se preocupe, ella es así. A mí tráigame ternasco con patatas a lo pobre y un helado de postre --Entre dientes, añadió: --Para la señora, que no se encuentra bien, un caldito y una manzanilla.

Después de esa cena, no volví a ver a Pedro.



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CURSO DE ESCRITURA de AFDA ARAGON

3ª propuesta. (No recuerdo el título).

27 de mayo de 2024


5. MUCHOS AÑOS DESPUÉS

 

Muchos años después, mi nieto pequeño, que ha se había hecho muy grande, se empeñó en llevarme de nuevo, en verano, a Ezcaray.

Nunca me podía resistir a él, además hacía muchísimo tiempo de aquello y se había quedado congelado allí. Mi vida había ido por otros derroteros. Boda, hijos, divorcio, nietos, muerte de mi ex... El pequeñajo éste siempre observando y siempre escuchando, pero era tan encantador... El caso es que aquél verano me fui con él a Ezcaray.

Lo vi, claro que lo vi. En la misma terraza del mismo bar, con bastones y aquellos ojos tristes.

Mi nieto me miraba nervioso.

Pero sólo yo conocía la respuesta.


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Curso de Escritura de AFDA ARAGÓN

3ª propuesta: empezar y terminar con una determinada frase: en este caso, "muchos años después" y "pero sólo yo conocía la respuesta".

27-05-2024

martes, 14 de mayo de 2024

4. ¡USTED HA ROBADO MI COCHE!


Estaba dormida como una piedra cuando de repente gritó el móvil. 

Con ese sonido de pánico con el que me obsequia cuando no recuerdo cómo llegué a casa, ni a qué hora.

--Mmm...¿quién?

--Señorita Rosa, soy su vecino Juan, y usted es una ladrona.

Me senté de un salto en la cama.

--Pero, ¿usted qué se ha creído? Voy a colgar ahora mismo.

--Da igual, tengo 6 u 8 fotos de mi coche aparcado en su jardín.

Yo creía que era un mal sueño

--Pero ¿qué dice de su coche en mi jardín? Tengo el mío, no el suyo

--No, casualmente el suyo, esa horterada de descapotable rojo, no está hoy en su jardín. Estoy en la ventana, y es mi mercedes el que tiene usted.

Me acerqué a la ventana con el corazón en un puño y efectivamente...

--Pero qué cabrón eres, ¿¡dónde está mi coche!?

--Tú sabrás, querida. Pero la policía está avisada.

Nerviosisima, al fín recuerdo:

--¿Y no les has dicho que anoche me trajiste en tu coche a mi casaaa?

--Es que del garaje me han avisado que no está el mío. Está en tu jardín.

--Cabrón, y ¿dónde está el mioooo?

--Eso tú lo sabrás, guapa.


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(y aquí me bloqueé)

Curso de escritura de de AFDA ARAGON. 4º ejercicio: "usted ha robado mi coche".

3. COCACOLAS EN BOTELLA DE CRISTAL

 La fiesta de las coca colas en botella de cristal siempre se celebraba  en la playa, frente al océano, antes de la puesta del sol. 

Eran todos amigos, y no sabían qué hacer para encontrar el amor. Pero a todos les unía la idea de libertad, combinada con la de aceptación. Intentaban celebrar la fiesta de la alegría, todos en paz, chicas y chicos.

Alguno llevaba una petaca en el bolsillo trasero y trataba de añadir su contenido a la botella, tarea dificultosa, porque los vasos no estaban permitidos.

El sol desaparecía tras el horizonte, mientras la temperatura se suavizaba. Todos iban sentándose a la orilla, para observar el magnífico espectáculo.

Y un día, por fín, se encontraron los unos a los otros, mientras el sol sonreía levemente. Pero ellos no se dieron cuenta.


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Curso de escritura de Afda Aragón. 3ª clase.

Escribe un relato que contenga las palabras:

Coca cola, amor, temperatura, libertad, fiesta, océano, sol, aceptación, paz, alegría, amigo, cristal.

lunes, 6 de mayo de 2024

2. VIAJE EN EL TIEMPO

 Mi madre murió cuando yo tenía 11 años. Me enfadé mucho con ella porque nos dejaba solos aquí a cinco, contando la bebé que nació cuando ella, como decía siempre, se fué al cielo. Bueno, y con papá,  con cara de desesperación. Claro, el cielo, y nosotros ¿qué?

Entendí lo último que me había dicho: tú eres la mayor y tendrás que cuidar a tu padre y tus hermanos. Vaya cabrona.

Comenzó una época terrible. La pequeña, aún en el Sanatorio hasta que mi padre, el pobre, se aclarase. Menos mal que las hermanas de mi madre se portaban estupendamente y ayudaban en todo lo que podían. Eran mayores que ella y ya no tenían faena de críos en casa. Pero la verdad es que el vacío de mamá era insoportable.

Decidí ir allá donde estuviese y traerla de nuevo a casa. Yo, enfadada, me consideraba invencible.

Saqué del escondite los cacharros mágicos que mejor manejaba, me los metí dentro de la cama, que me tocaran los pies, y me dormí profundamente. Todo se hizo claro y esplendoroso. Enseguida me ví frente a ella y le eché una buena bronca por lo que nos había hecho. Ella me miraba, muda pero con los ojos brillantes. Al final me dijo: Luisita, tienes razón pero no lo pude evitar, me tocaba; el caso es que no puedo volver, porque si me voy de aquí, alguien tiene que ocupar mi lugar.

¿Y que más da? le grité. Ellos te necesitan.

Y aquí estoy, en el futuro, o país de nunca jamás, como yo le llamo. Menos mal que a veces me dejan verlos a todos por los agujeros que dejan las estrellas fugaces.


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(Taller de escritura creativa de AFDA. 2º relato. Tema; Viaje al futuro).

1. CARLOS Y EL CHOCOLATE

 Carlos se aburría un montón en el colegio. Como era muy menudo, bajito y silencioso, se escabullía con facilidad por los pasillos, tras las esquinas, se metía en los baños hasta que empezaban las clases. Además, en clase no le echaban en falta porque alguien respondía siempre por él. Era un colegio un poco despistado, más bien era un "guardachicos".

Carlos estaba acostumbrado a que nadie le viese o se fijara en él, porque eso era lo que había pasado siempre en casa con sus padres. A sus hermanos casi ni los conocía.

El día que, en la despensa del colegio, descubrió aquella inmensa cantidad de chocolate y más cosas de comer, se maravilló y, probando de todo, no se dio cuenta de que había llegado la hora de cerrar el colegio.

Además ese día se cerraba para mucho tiempo, pues, al día siguiente comenzaban las vacaciones de verano.

El caso es que, como era menudo, escurridizo, silencioso y nada sociable, ni en el pueblo ni sus desaprensivos padres le echaron en falta.

En otoño, dos días antes del comienzo de curso, entraron las cocineras y personal de servicio para organizar las cocinas, limpiar y poner a punto el colegio.

Lo primero que notaron fue un intenso olor muy raro, como a muerto.


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(Curso de escritura creativa de AFDA. Primer relato.)

lunes, 24 de abril de 2023

SÓLO NECESITO UNA FRASE

 

En pleno debate sobre la inspiración, expuse (sí, con cierta suficiencia): Yo nunca sé lo que voy a escribir, ni de qué va a tratar. Sólo necesito una frase. Cuando digo esto, unos me creen, otros me miran con escepticismo o incluso indiferencia.

Pero al volver a casa, caminando porque hacía buena noche, presencié un incidente tan inusual, tan impactante, que me precipité al tranvía para llegar rápido a casa y transformarlo en un relato.

Al abrir la puerta, el teléfono se desgañita en el salón. ¿No hay nadie? grito en el vestíbulo. Silencio. Corro hacia el dichoso aparato y resbalo con la dichosa alfombra. Aterrizo en plancha bajo la mesa, con una silla encima. Mi bolso ha salido disparado, y el móvil se ha estrellado contra la pared. Pero el teléfono fijo sigue sonando. Trato de incorporarme, pero el pie izquierdo no me responde, torcido en un ángulo inverosímil. Y doliendo de una forma familiar. No, por favor, más fracturas, no. Me desembarazo como puedo de la silla y salgo a rastras de debajo de la mesa.

Consigo quedarme sentada en el suelo, más cerca del maldito teléfono. Pero, aunque repte hasta él, no voy a alcanzar a descolgarlo. Olvídalo, el pelmazo insistirá. Pero ¿dónde estarán todos?... Bueno, es hora de cenar, alguno llegará.

Ahora se trata de esperar con paciencia. Mi pie se va haciendo enorme. Nunca me había roto el izquierdo, debe ser que le tocaba. Aparecen las oleadas de mareo, de desfallecimiento: de nuevo hospitales, yesos, inmovilizaciones. Me apoyo contra la pared, cierro los párpados y respiro hondo varias veces. Seguro que no será para tanto. Y, en todo caso, tendré más tiempo para leer. Para escribir.

Escribir. Abro los ojos. Desde el rincón de la ventana, el ordenador encendido me observa expectante. Mierda, el relato que quería escribir sobre lo del Paseo. Me impulso con las manos, los codos, la rodilla derecha y llego hasta mi mesa de trabajo. Bañada en sudor, casi exhausta, me agarro al sofá adosado a la pared, grande y pesado. Consigo incorporarme sobre una sola pierna, y haciendo equilibrios insospechados, me desplomo por fin en el sillón, ante la pantalla vacía. Coloco mi enorme pie sobre el travesaño de la mesa con un cojín del sofá, y me dispongo a escribir.

Hoy, sobre las nueve de la noche, en Independencia...

Van a dar las doce. No tengo ni puñetera idea de qué diablos quería escribir.

Y tampoco ha venido nadie.

domingo, 23 de abril de 2023

ORDENANDO ARMARIOS

 

Pasamos la mañana ordenando armarios. Que si tú quieres esto, que si esto otro para mi amiga Pilar. Eso, a la basura... Yo encaramada en la escalera, tú desde abajo miras y opinas. Alargas la mano de vez en cuando: esto me lo quedo. Mis armarios son como misteriosas arcas sin fondo, en las que siempre hay objetos insospechados. Es un símil perfecto de mi vida. La vida, que en cuanto piensas “bueno, parece que va bien”, surge un fantasma, un monstruo, una desgracia. A veces una alegría.
Se me ocurre que puedo desaparecer dentro del armario. Seguro que es la puerta a otra realidad. Esa realidad que busco.

Me mareo un poco. Te pregunto si lo dejamos hasta después de comer. Tú recoges lo que has decidido quedarte y desapareces en tu habitación. Miro los montones del suelo. Con el de “para lavar y guardar” voy al cuarto de la lavadora. Meto todo en ella, sin clasificar ni nada, y la pongo en marcha.

Mientras vago por el pasillo, suena el teléfono. Tú sales de tu habitación y descuelgas al vuelo. Oigo tus habituales monosílabos, esa risita tan falsa en ti. Me alcanzas en la puerta de mi cuarto: Hoy tampoco como en casa, ya seguiremos esta tarde con los armarios.

Asiento con la cabeza, no puedo hacer otra cosa. Somos libres, tenemos nuestras vidas. Y nuestros armarios llenos de cosas, conocidas y desconocidas. Entro en el salón a poner la tele: quiero ruido, gente, música, lo que sea. Está oscuro porque ha aparecido ya la niebla invernal, pero es pronto aún para encender luces. Si acaso después de comer. ¿Comer? Recuerdo que ayer dejé brócoli al vapor en la nevera y me tranquilizo. Me tumbo en el sofá, me tapo con mi manta, y con el mando en la mano me quedo dormida.

Despierto de un largo y tranquilo vacío casi a las ocho. Me rodea la noche, frente a mí la luz intermitente del televisor. Pero hoy no me asusta la oscuridad. Miro mi cuerpo, mis manos, mi ropa, y los reconozco. Me levanto, enciendo las luces y todo aparece de nuevo. Es agradable este salón. Se está bien aquí. Si esta es mi casa, algo ha debido salir bien, porque me gusta. Casi poseída por una sensación agradable, salgo del salón para ir descubriendo esta casa que me gusta tanto.

Al entrar en mi habitación, me miran el armario abierto, los cajones a medias, los montones olvidados en el suelo. Ah, sí, estábamos ordenando armarios. Íbamos a seguir esta tarde. Observo el montón “para dar o regalar” y el montón “directo a la basura” y los junto en uno. Busco una bolsa grande, la lleno con todo y la saco al descansillo abierta. Que lo vea el chico que recoge la basura. Igual le viene bien algo. Si no, que lo tire todo. Liberada, corro a mi habitación y termino de ordenar el único armario que queda, casi vacío. Con lo indispensable. Con lo que llevo en mi corazón. Lo miro, entusiasmada: por fin, un armario casi vacío.

El resto de la tarde lo paso cocinando. A ti te hará ilusión, he preparado lo que te gusta. Pero llega la hora de cenar y sigo sola. Ni siquiera suena el teléfono. Estoy a punto de llamarte, pero me freno. Es tu vida, no la mía. Vuelvo a la tele, procuro seguir alguna de mis series. Pero ninguna me capta.

A las once, picoteo la cena que languidece en la cocina y abro los juegos del ordenador. Recuerdo que tengo el último libro de Paul Auster sin estrenar y decido llevármelo a la cama. Apago la televisión, las luces del salón, devuelvo al frigorífico la bandeja casi intacta. Compruebo con alegría que la gran bolsa de basura ya no está en la entrada. Me acuesto, dispuesta a sumergirme en Auster, aunque me pase toda la noche leyendo.

De madrugada, con las manos heladas y el libro abierto sobre mi pecho, me despierta un ruido inusual. Como si alguien abriera mi armario. Sí, es el crujido inconfundible de la madera vieja. Percibo una presencia en la habitación. Intentando no asustarme, pulso el interruptor de la lamparita. No se enciende. Debí quedarme dormida sin apagarla, se habrá fundido. Me levanto de la cama para encender la luz del techo, pero en la oscuridad tropiezo con las puertas del armario, de par en par.

Algo me empuja a entrar en el armario, oscuro y silencioso. Palpo el suave tacto de la ropa. Suspendida en un quieto agujero negro, mi mano derecha roza algo aún más suave. ¿Cálido? ¿Frío? Tu mano, sí, es tu mano. Tú estás aquí. Me acurruco a tu lado, rodeando tu cuerpo con mis brazos. Por fin las dos descansamos.