Estaba dormida, y no se dio cuenta. Pero cuando despertó, quiso levantarse y caminar, y no podía. Alrededor de la cama había un muro invisible y poderoso, como un cristal, que no la dejaba llegar a su vida conocida.
Miró a su alrededor y, para su sorpresa, el panorama visible tampoco le era desconocido. Se sentó en el suelo para observar pacientemente, ya que no podía hacer otra cosa.
Y se fue dando cuenta de que, al otro lado del espejo, estaba todo lo que ella había querido siempre olvidar:
Las terribles peleas entre ella y su hermana, que las dejaban exhaustas,
Cuando ella acusaba de algo a las tatas, y mamá les echaba grandes broncas y, por la noche, ella las oía llorar en su cuarto. Con gran culpa, como siempre, eso sí.
Aquella terrible tarde en que dejó al otro lado de la puerta a su abuela, haciendo como que no estaba en casa. La abuelita era coja, no podía andar sola. No había móviles aún. El recuerdo de lo que haría su abuela aún la persigue. Pero lo que más la impresiona es que, al día siguiente, era como si no hubiese pasado nada. La abuelita estaba en su casa. Nadie dijo nada nunca.
Al otro lado del espejo sólo se veía lo ocurrido en aquellos momentos. Con el sufrimiento que le habían causado toda su vida.
¿Por qué existen los otros lados del espejo?
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