En aquella época, 50-60s, muchos veraneábamos en el Balneario de Panticosa, una de las bellezas del Pirineo aragonés. La vida no me ha dejado volver más, pero lo recuerdo a menudo. Aquellas cumbres nevadas, el precioso lago, quieto, frío y cristalino, el mirador, el ambiente novecentista y elegante de sus edificios, sobre todo el Casino y el Gran Hotel.
En ellos, un maravilloso trío de hombres mayores al piano, violín y violonchelo, tocaban valses y tangos, trozos de ópera, sonatas de Chopin; el tipo de música que permitiese conversar (bajito, por supuesto, no como ahora). Lo hacían en las comidas (y creo que cenas, no recuerdo bien). Si hacía buena noche, también tocaban en la terraza del casino. Y si no, en las salas del interior, música diferente, más animada, que permitiese bailar.
Cuando aquella familia comenzó a pasar los veranos en el Balneario, ya sin mamá, Violeta tenía 12 años y le daba vergüenza todo. Por ejemplo, había en su pandilla chicos atrevidos a los que les gustaba bailar, y a ella le daba terror pensarlo.
Un verano de ingrato recuerdo, a Violeta le llegó la regla por primera vez en el Balneario. Menos mal que las camareras del hotel eran encantadoras y le contaron y explicaron. A papá, cuando fue a explicarle, casi le dio un infarto.
El problema, o no sé coḿo llamarlo, fue que al día siguiente, había baile en el Casino, y Violeta ya bailaba, sobre todo con Manolo, que le gustaba a papá porque era el hijo mayor de su mejor amigo. Así que Violeta no podía ni insinuar el no ir esa noche al baile.
Trató de tranquilizarse, una camarera muy simpática la maquilló un poquito, se puso una enagua y dos bragas debajo del vestido largo. (En el Balneario, en aquellos lejanos tiempos, íbamos muy elegantes). Creyó que así protegía bien aquella enorme y maldita compresa de tela.
Llegaron todos, los padres se sitúan en la zona del bar del casino y comienzan a animar a sus ruborizados hijos. El trío llamado orquesta, como siempre, atacó el Danubio azul. Manolo, como un rayo, se acercó a Violeta y la cogió de la mano. Empezó a atacar los dos pasos y vuelta, dos pasos y vuelta, cada vez más deprisa, agarrándole fuerte la cintura. Lily casi volaba.
De pronto, la gente empezó a rumorear. Por el suelo también bailaba el Danubio azul una compresa de aquellas de tela. No diré de qué color.
Violeta ya no volvió más al Balneario.
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CURSO DE ESCRITURA AFDA. (30/09/24)