Muchos años después, mi nieto pequeño, que ya tenía coche, se empeñó en llevarme a veranear a Ezcaray.
No me podía resistir nunca a él, además hacía mucho tiempo de aquéllo, y se había quedado congelado aquí dentro. Mi vida había ido por otros derroteros. Boda, hijos, divorcio, nietos, muerte de mi ex... Y el pequeñajo éste siempre observando, siempre escuchando con cara de despistado, pero yo lo quería tanto...
Lo ví, claro que lo ví. En la misma terraza del mismo bar, con bastones y ojos tristes. Mi nieto estaba nerviosísimo. Pero sólo yo conocía la respuesta.
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Curso de Escritura AFDA, 27/05/2024.