Mi hermana y yo, primera y segunda de cinco, nos llevábamos como el perro y el gato.Los padres, que a veces son tontos, nos pusieron en la misma habitación, donde volaban las bofetadas y los empujones. En las comidas familiares, cuanta más gente había, mi hermana segunda procuraba sacar todos mis fallos y errores, que la verdad es que no eran pocos.
El tema, si era posible, empeoró con mi matrimonio y mi divorcio. Primero, porque mi novio era de su pandilla, y luego, porque al quedarme sola con tres niños y sin un duro, procuraba humillarme trayendo la bolsa de la compra repleta de cosas que no comíamos, sin que yo se la hubiera pedido. Pagaba mis facturas del dentista, enamoró a mi hija mayor haciéndose imprescindible...
Hasta que un día dije basta, le cerré la puerta de mi casa y estuvimos varios años sin vernos.
Cuando la atacó el cáncer y estaba en el hospital, dejé a mi hija y mi nieto solos en casa, fui a hospital y pedí el alta voluntaria. Estuve varios días a la cabecera de su cama, dándole de comer, limpiándola, siguiendo las pautas de los de cuidados paliativos... Hasta que una noche muy agitada murió entre mis brazos.
Creo que es lo mejor que he hecho en mi vida y hablo con ella muchas veces.
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