Falta un mes largo para que cumpla 79 años. La última cifra del 7. No lo digo para que me felicitéis, yo no suelo felicitar los cumpleaños, salvo a mi familia y las dos últimas amigas físicas que me quedan (y eso, si me acuerdo).
Porque estoy en esa última lucha contra los olvidos y los recuerdos. Pensaba (siempre), que merecía la pena luchar, resistir, mejorar. Que ese era el fin más interesante de esta vida indescriptible. Pero en realidad lo he hecho para dejar de sufrir por los avatares sucedidos. Y hoy me pregunto ¿merece la pena? Al final de la vida una se pregunta muchas cosas, o simplemente aparecen en su cabeza.
Porque lo que estoy consiguiendo es no reconocerme en casi nada, no entender nada. Y, por ejemplo, los últimos acontecimientos políticos de Europa (y algunos países más) vienen a darme la razón. Jamás hubiese imaginado vivir la vuelta al poder de la ultraderecha. Y eso también me deja absolutamente desconcertada. ¿Qué, cómo vivirán mis nietos, mis hijos? Posiblemente yo ya no estaré aquí para verlo, pero esto es un falso descanso y un gran egoísmo. O sea, lo de siempre.
Sí, hace unos días pienso así. Siento así. Y no entiendo nada. Nada de estos casi ochenta años, nada de lo que siento y me rodea. Ni siquiera estoy tan segura cómo antes de que, al morir, lo entenderé todo. Sólo confío en que lo único que sí exista sea lo que yo llamo "mi galaxia", en la que nos encontraremos todos de nuevo, limpios, renovados, y habiéndolo comprendido todo por fín.
Mientras tanto, seguiremos. Seguiré leyendo (aunque cada día tengo menos ganas), escribiendo, disfrutando de mis nietos y de mis hijos. De mis amigos. Sin más. Porque lo que sí que tengo clarísimo es que esto es lo que hace llevadera esta rara vida.
(14 junio 2024)
Curso escritura creativa de AFDA
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