UN DIA CUALQUIERA DE ESTA ¿VIDA?
Eran tres hermanas de avanzada edad. Habían sido cuatro, pero la segunda murió de cáncer unos años antes, por fortuna en casa y en los brazos de la Hermana Mayor.
La Hermana Pequeña vivía, desde hace muchos años, en los Estados Unidos, y venía a España más o menos una vez al año. Para estas visitas, tenía un piso propio en España. Dió llaves a la Hermana Segunda, para que se diera una vuelta por el piso de vez en cuando, por si hacía falta algo, por si había pasado algo, por la posible correspondencia... No dejaba de ser un piso vacío, pero amueblado, despensa llena, ropa en los armarios, tele, y todas esas cosas.
Una mañana cualquiera Hermana Segunda decidió que tenía tiempo para hacer la visita de control. Pudo abrir la puerta de la calle, pero al llegar al piso, quedó estupefacta al comprobar que la cerradura era otra, diferente a la de siempre. Cogió el móvil y llamó a la policía. La policía acudió y recomendó llamar a un cerrajero. Se volvieron a cambiar las cerraduras y entraron en el piso. Su aspecto era sucio y desordenado, con claras pruebas de que allí vivía alguien, concretamente tres personas, pues a la única cama de la Hermana Pequeña propietaria del piso, se había añadido una cama de matrimonio que Hermana Segunda no reconoció.
La policía le recomendó a ésta que se quedase encerrada dentro del piso, y que en cuanto tuviera pruebas (ruidos, etc.) de que alguien entraba en el piso, los llamara, haciendo mucho ruido, que ellos acudirían inmediatamente.
Hermana Segunda se quedó sola en aquella desolación. En toda la tarde intentó entrar nadie. Se dió cuenta de que habían utilizado ropa de cama de su hermana, ropa de los armarios, de que la lavadora estaba rota... Comenzó a telefonear a gente amiga, para hablar, para tranquilizarse un poco. Un amigo con el que habló se presentó enseguida para hacerle compañía y ayudarla en lo que pudiera. Decidieron empaquetar todo lo que no fuese de la dueña del piso, su hermana, y sacarlo al descansillo para que los okupas pudieran llevárselo. De vez en cuando hablaba con la Hermana Mayor, que estaba muy nerviosa y no podía acudir por el andador.
Por la noche, Hermana Segunda, agotada y nerviosa decidió ir a su casa a ver si podía dormir y tranquilizarse.
A la mañana siguiente, Hermana Mayor terminaba de desayunar e iba a coger el móvil por si había novedades, y el timbre de su casa sonó insistentemente. Abrió la puerta y Hermana Segunda, con un llanto desconocido, se le derrumbó en los brazos
--Pero, hermana...¿Qué pasa, por favor?
--Primero dame un Efferalgan, que casi no puedo hablar...
--Lo busco, túmbate en el sofá
Ingerida la medicina, y un poco más tranquila, Hermana Segunda le contó a Hermana Mayor:
--Ya sé quién ha sido.. Sé quién ha sido el okupa de la casa de nuestra hermana.
Hermana Mayor se tuvo que sentar:
--Pero, qué horror... qué me dices... como puede ser... ¿la policía?
Hermana Segunda negó con la cabeza, los ojos nuevamente llenos de lágrimas:
--J, ha sido J...
--¡¡J!! y ¿cómo lo sabes?
--¡Me ha llamado él!! Me ha llamado él esta mañana, llorando y pidiéndome perdón, que no sabe cómo lo ha hecho, que estos amigos no tenían donde ir... Que los 2500 $ que había en el piso los devolverá él... ¡¡Oh, hermana, y ayer estuvo conmigo allí, toda la tarde, ayudándome a ordenar, a hacer cajas!! Resulta que su madre tenía otras llaves de Hermana Pequeña en su casa, porque siempre han sido amigos de toda confianza...¡¡Qué horror!!
Hermana Mayor, muy seria, la abraza de nuevo y le dice:
- Mira, cariño, ahora me haces el favor de volver a a Policía, contarles todo esto tal como me lo has contado a mí, y poner una denuncia, pero ésta con nombres y apellidos. Lo siento, pero mi perdón llega hasta aquí. Y si no quieres, yo lo haré.