sábado, 22 de abril de 2023

CUADERNOS ANTIGUOS (199-2004)

 

1997.

12 de agosto

Este cuaderno es el regalo de ML por mi 52 cumpleaños. Creo que es el mejor regalo de mi vida. Hacía mucho tiempo que esperaba este cuaderno, y, no sé por qué, no me atrevía a comprármelo ni a pedírselo a nadie.

Pero hoy me he atrevido a pedírselo a ML, cosa importante por dos aspectos: porque me he atrevido y porque lo he hecho a la persona indicada, que, como siempre, se ha apresurado a quedar conmigo para salir las dos juntas a comprarlo.

Y en la segunda tienda, ahí estaba el cuaderno: tapas duras, encuadernado en tela verde, lomo negro, páginas blancas. Justo ese. El que yo quería desde los doce o catorce años. Estoy muy contenta y espero saber llenarlo.

¿Son muchos 52 años para empezar de nuevo? ¿Son pocos? Confío en que me dé tiempo, confío en que ese tiempo, corto o largo, no sea baldío.

Son las 12 menos un minuto de la noche y está a punto de terminar el 12 de agosto de 1997. Uno de los días más importantes de mi vida: recuperaré la escritura.

 

16 de agosto.

(Unos días en Galicia, invitada por mi amiga G.)

La casa de G es maravillosa. No me había imaginado que la rodeara un mundo tan exquisito. Ella tiene mucho mérito, me gusta, es una mujer fuerte y vital que ha decidido vivir y aprovechar la vida. A la vez es muy poética, muy tierna y romántica; y el conjunto, para mi gusto, crea una mujer absolutamente fuera de lo común en este país y en esta época. Recuerdo que ya me lo pareció cuando la conocí. Qué bonito es que una buena impresión se confirme y se amplíe veinte años más tarde.

En mi situación actual de regresión a no se sabe qué (imagino que para avanzar luego a lo que tenga que avanzar), he montado algún numerito que otro: mutismo absoluto en la charla de la comida, frases grandilocuentes con voz temblorosa y, como colofón, jaqueca nocturna con diarrea y vómitos, que me ha impedido ir a la famosa Fiesta del Agua (a la que no me apetecía ir).

Ayer intenté varias veces defender mi postura de que no me apetecía, razonándola e incluso intentando invocar el derecho a la libertad de acción, pero G y X son dos pesos pesados y no me salió bien. Bueno, sinceramente preferiría que lo de esta noche no haya sido una somatización asquerosa para salirme con la mía por un camino alternativo y tortuoso.

Me parece que estoy yendo por el camino de la “pobre chica”. Creía que ya lo había abandonado, pero por lo visto de vez en cuando vuelve. Algo dentro de mí se rebela (yo no tengo nada de pobre chica, cuernos). Pero a lo mejor es necesario trillarlo una vez más para llegar a ser una mujer normal. Me gustaría que fuese la última.

17 de agosto

Está nublado (esperable, ¿no?).

Estoy conociendo tipos curiosos. No sé si entiendo muy bien a los gallegos, me dan la impresión de tener los sentimientos “descolocados”, o al menos colocados en frecuencia distinta. Aquí hay gente amiga de toda la vida que se lleva a juicio por un “fondo” de diez mil pesetas para una salida nocturna, o un viaje en grupo; gente que, sin ser amiga, llama a la puerta de tu casa a las nueve de la mañana para contarte que está embarazada de un señor casado; gente que, en un pueblo pequeño donde se conoce todo el mundo, va contando que es un espía de Garzón y que lo persigue la CIA… en fin.

La verdad es que son especiales, y sin duda impactantes, al menos la primera vez, pero gente curiosa hay en todas partes

19 de agosto

Hoy cumplo 52 años. Me he estado preparando durante meses, por muy ridículo que parezca, pero no sé si me hago a la idea. La primera llamada telefónica ha sido la de mi hija, y me han entrado ganas de llorar por primera vez desde que estoy aquí. He conseguido no hacerlo y me he esforzado por estar cariñosa y por transmitirle la enorme ilusión que me ha hecho su llamada y lo que se la agradezco. Espero haberlo conseguido.

Esta mañana el tema estrella eran los estudios de los hijos: futuro, dinero, responsabilidad, implicaciones, cómo le haces estudiar a alguien… Me duele el tema todavía. He manifestado que yo en eso he fracasado personalmente, y no con un hijo, sino con tres. G opina que no fracasamos nosotras, sino ellos. ¿Por qué me duele todavía? ¿Lo arrastraré toda la vida? O es que lo que hay que hacer es conseguir desimplicarse personal y emocionalmente de las personas y asuntos de tu vida, hasta quedar desnudo frente a ti mismo. (Hablo de esto en impersonal y en masculino, tengo que trabajar sobre ello).

20 de agosto

No olvidar:

-Cabo de Corrucedo: el mar rompiendo contra las rocas, el sol desapareciendo lentamente por el horizonte y reflejándose en el agua hasta formar una luz cegadora. Paz, inmensidad.

-Duna de Corrucedo: trocito de desierto entre esplendor de paisaje verde, mar limpio y tranquilo.

-Cambarro: El pueblo más auténtico y original que he visto hasta ahora. Edificado sobre una roca, casas y calles de piedra, hórreos en semicírculo frente al mar. Hortensias en balcones y escalinatas. Callecitas de cincuenta centímetros de anchura, serpenteantes, hacia arriba y hacia abajo, con escalones tallados en la piedra.

Añadir a la galería de tipos:

-M el filósofo, que camina solo por el pueblo, entrando y saliendo de las casas, y saludando o no a la gente, según le viene. Siempre cuenta que le está creciendo el lado derecho del cuerpo.


22 de agosto

No puedo quejarme de la colección de playas y océanos que me llevo, a cuál más bonita. El mar, ayer en las Cíes, al atardecer era verde botella, casi negro, un color impresionante.

Anécdotas:

Z, que es muy ama de casa, encuentra en el mar un bote de Fairy “lleno” y se lo trae para casa inmediatamente.

La embarazada no ha vuelto a llamar a la puerta. ¿Nos vamos a quedar sin saber el final de la historia?

Los pimientos de Padrón empiezan a picar a finales de agosto. Lo he comprobado en cuestión de días.

Pontevedra, recoleta y señorial, toda piedra antigua y ventanas blancas.

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25 de agosto

Último día en Galicia, sensación agridulce. Se que recordaré esta paz, este paisaje verde y dulce, este océano amansado en mil rías, esta atmósfera tan distinta.

Ayer llovió por primer y único día, y fue maravilloso porque, efectivamente, la lluvia menuda y suave es parte integrante de todo ello, paisaje, luz, atmósfera.

Por otra parte, sé que me voy en el momento justo. Diez días de relación, a los que globalmente se les puede calificar con un 9’5, son incluso demasiados para personas desconocidas, o que no han tenido contacto alguno en 18 años.

Pero todo ha sido positivo para mí. He aprendido mucho, sobre todo de mí misma y por supuesto de ellas. La fuerza e intensidad de MJ, la delicadeza de M, el amor a la vida y la sensualidad de G, la wikinga gallega.


26 de agosto, en el tren.

Nos hemos levantado a las 6 y he cogido el tren a las 7:45. G estaba enfadadísima. Insisto en que me he ido en el momento justo. Trayecto en coche a la estación en silencio total, al final, en la estación, X ha estado normal y cariñosa, pero yo lo estaba pasando mal y casi no me he despedido ni les he dicho nada de lo que pensaba decirles. Creo que les escribiré, primero a las tres juntas y luego a G. Ojalá le vaya bien con el hijo, con los miedos, con los hombres, con la soledad. No soy la única que sufre, es obvio.

Estos días de terapia de mujeres me han sentado muy bien, pero no para ver lo que he hecho mal y en lo que me he equivocado, sino para afirmarme en muchas cosas.

Por ejemplo, la educación de mis hijos es la que ha sido posible. He procurado ahorrarles muchos malos ratos, aunque no haya podido ahorrarles todos, qué le vamos a hacer.

Sé que tengo un problema en mi relación con los hombres, explicable dada la trayectoria de mi vida en ese aspecto, pero tampoco lo llevo tan mal como parece, o eso creo, caramba. ¿Es que todas las mujeres que conozco son de las que hacen cualquier cosa por tener un hombre al lado? ¿Me estoy engañando (la paja y la viga) y soy así yo también, y no me quiero reconocer en ellas? Puede, pero algo me dice que no es así en mi caso.

Notas del viaje:

Al paso del tren, una señora mayor que limpia su casa se asoma a la ventana y agita el brazo vivamente.

Letreros en pueblos:

“Chicho se casa”, de balcón a balcón, atravesando la calle.

“Si quiere comprar estos pisos, infórmese, está en juicios”

“ABOGADO”, luminoso enorme en la noche.

Niña de unos cinco años contando a gritos a su vecino de asiento: “y entonces papá se enfadó y arrancó el teléfono de la pared y yo me acerqué y me dio una torta y mami estaba llorando ¿verdad que sí, mami, verdad que lloraste?... bueno, sólo esa vez”.

 

31 de agosto a las 23:35

Mañana empiezo a trabajar, con la sensación conocida de que comienza un nuevo año en septiembre.

El año del cambio positivo, espero. Afirmación: Haré las cosas lo mejor que sepa y pueda. Conservaré la calma y buscaré la ilusión día por día.

Y escribiré todos los días. Lo más importante.

 

21 de septiembre, 23:45

Veintiún días sin escribir. Las veces en que he abierto el cuaderno, me ha dado miedo. ¿Será normal?

Hoy ha hablado mi padre de eso, de que durante casi toda su vida ha llevado un diario, pero sólo referido a hechos: hoy he hecho esto, he hecho lo otro. Sólo eso, porque otro tipo de cosas, imagino que sensaciones y opiniones, le daban miedo.

Al preguntarle por qué, ha dicho que siempre se escribe para que otros lo lean. Y que si escribía todo lo que llevaba dentro podría hacerle daño a alguien. Aunque fuera cuando ya estuviese muerto.

Me ha impresionado, me ha parecido una idea terrible. He visto a mi padre desde otro prisma: sufriendo por casi todo, y lo peor es que sufre no sólo por lo que ocurre, sino por lo que quizá pudiese ocurrir.

Me ha gustado que mi hermana CH le dijera que alguna vez tiene que ser libre, que, si le apetece escribir algo de lo que lleva dentro, que lo haga; que, respecto a nosotros, no por lo que podamos leer en un futuro, él va a dejar de ser nuestro querido padre.

Las dos hemos puesto mucho énfasis en que para nada queremos un padre perfecto. Cuando oye esas cosas, se ríe, pero creo que en su interior no le sirven.

Últimamente pienso en las cosas en las que no me gustaría parecerme a él (aunque temo que ya no tenga remedio). Tan elitista, a veces distante, a la vez que tan cariñoso y entrañable. Y sobre todo esa visión religiosa, para mí tan patética, con san Pedro abriendo y cerrando puertas (como su madre, la abuelita Luisa, hace 25 años): dios paseándose muy digno por el paraíso, condescendiendo de vez en cuando a hablar con los humildes mortales que han tenido la suerte de llegar allí, preguntándoles:

--¿Qué hiciste en la tierra? ¿viste las cataratas del Iguazú?

--No señor, no pude.

--Lástima, con lo bien que me quedaron….

A pesar de todo, lo bueno es que ya escribo, treinta años después de haberlo dejado. Y creo que es importante, aunque no termine en la novela de mi vida.

¿Me pasará lo mismo con la pintura, también abandonada? Habría que intentarlo. (Voz en off del psicólogo/psiquiatra; ¿habría que intentarlo? ¿quién?). Yo, Luisa, tendría que intentarlo. Yo, Luisa, lo intentaré.

 

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1998

22 de noviembre, 22:40.

Pues han pasado mucho más de cuatro meses. Concretamente, diez. La disciplina y yo nos llevamos muy mal.

¿Me he dejado escapar este año 98? Creo que no. Es más, ha sido muy importante: he querido a K, y mis hijos han empezado a emanciparse.

Respecto a K, no es que ya no lo quiera, lo expreso así porque me he dedicado a quererle con un fervor absoluto. Si busco un buen resumen del 98, no cabe duda de que es este: he querido a K y mis hijos se han emancipado.

Qué tremenda soy con esto de los hombres. No tengo medida, me meto hasta el cuello y luego, a llorar. ¿Será que me quiero poco a mí misma? Tanto empeño en adorarlos resulta un poco servil, un poco como colocarte dos escalones más abajo. Pero me gusta, me siento feliz y realizada cuando los estoy adorando.

Parece mentira después de haber leído tanto. Mi tendencia masoquista debe ser fuerte, porque los elijo con pinzas: los más guapos, los más raros, los más difíciles. Primero, autocompasión entendida al revés: el más guapo se ha fijado en la fea. Segundo, vanidad insoportable: Yo lo entiendo mejor que nadie, por raro que sea. Tercero: buaaa… no me lo merezco. Cuarto: buaaa, buaaa, buaaa; de nuevo lo he perdido todo, con lo bonito que era, con lo que yo lo quería. Con la maravillosa historia de amor que le he ofrecido. No se ha enterado de nada, no me ha conocido, ni siquiera sabe que no habrá en el mundo otra mujer que le quiera como yo.

Señor, señor. ¿Tampoco de esto me voy a liberar? Pues creo que este es el momento de intentarlo, que o ahora o nunca. ¿Siempre voy a estar colgada de algo? De mi familia, de alguna amiga, de mi ex, de mis hijos, de los hombres, de K… ¿Tanto miedo me da quedarme sola conmigo misma, sólo yo y nada más?

K es guapo, sí. Es tierno, es brillante, a veces es entrañable. Pero no es muy responsable, es egoísta, es un desastre económico, no tiene ni idea de quienes son las mujeres, ni le importa, bebe demasiado. ¿Por qué me tengo que colgar de él? Si, además, él no lo desea. Él quiere (o eso dice) que seamos amigos. Yo también digo que quiero conservar al menos su amistad. Va a ser divertido, si no apasionante, ir comprobando hasta qué punto no miento cuando digo esto.

 

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1999.

23 de febrero.

Pues mentía, y además lo sabía. De “al menos su amistad”, nada de nada. K y yo no seremos amigos nunca porque es imposible. Yo no quiero ser “sólo” su amiga y él no tiene ni idea de lo que significa tener amigas (no puedo decir lo mismo con los amigos, porque le he visto rasgos entrañables con ellos).

Alucino de que en noviembre escribiera lo que escribí con tanta lucidez y en febrero esté todavía colgada de esta historia. Quiero pensar que cada vez menos, pero todavía lloro por él.


27 de febrero.

Han pasado cuatro días y no he llorado. ¿Habré llorado ya lo suficiente? Espero que sí.

¿Por qué siempre persigo lo imposible? ¿Por qué no soy capaz de aceptar la realidad y construirme dentro de ella un espacio, al menos cómodo y relajado, asumiéndola tal como es y sacándole el lado positivo?

No es que esté mal montarse películas, o tener una parcela de sueños y fantasía, siempre y cuando eso no te impida vivir tu vida, la real. Al fin y al cabo, mi vida no es tan mala ni tan decepcionante. Tengo tres hijos estupendos, en el trabajo soy bastante buena, mis amigos creo que me quieren.

Nota interior desasosegante: ¿a quién quieren mis amigos? ¿a cuál de las varias Luisas? ¿algún día conseguiré fundirlas en una sola? Me encantaría, pero a lo mejor es imposible, no sólo para mí, sino para una determinada clase de gente. La gente que lo que mejor sabemos hacer es pensar, pensar y pensar, dar vueltas a las cosas indefinidamente, no dar nada por terminado y ya está, volver periódicamente sobre lo mismo.

Me encantaría ser simple, sencilla, simple de espíritu. ¿Será verdad que se puede conseguir sólo con la voluntad? ¿tendrán razón los que defienden que con la voluntad se consigue todo? Siempre he sentido esa actitud como poco humana, muy de superhéroe. Y yo no quiero ser superheroína, aunque alguna vez pueda parecerlo, o incluso me lo llegue a creer.

Lo que verdaderamente me gustaría ser es dulce y sencilla, dejarme fluir con la vida.

 

5 de marzo a las 02:30.

Sigo sin llorar por él, pero lo he visto. Lo he visto, he estado con él, he cenado con él y he dormido con él. Eso sí, como hermanos, según él dice. Ostras, qué fuerte es lo que me une a él. Y cómo lo sabe, y qué claro lo tiene. ¿En qué quedará todo esto?

Todos me critican esta relación. Las relaciones, ¿siempre tienen que ser comme il faut, tal como la sociedad las concibe? La gente quiere ver cosas que no les hagan pensar, que no les asusten, que no rompan sus esquemas, que no les hagan enfrentarse consigo mismos.

Parece ser que mi sino es estar del otro lado, ser el blanco de las críticas o, cuando menos, de los comentarios.

Pero, siempre, algo en mi interior se rebela contra la idea de que los demás tengan razón. Creen que tienen razón porque son muchos más, porque son todos los demás. ¿De dónde me vendrá soberbia tan audaz? Me sugiere sentimientos de adolescencia, o de juventud precoz. Y manda narices, porque tengo 53 años.

Sentirse vivo no tiene nada que ver con el tiempo transcurrido. Valiente injusticia. Una cabeza súper-adulta en muchos sentidos y un corazón casi sin estrenar. ¿Servirá de algo todo esto? Me encantaría averiguarlo, o entenderlo, antes de morirme. Y si no me es dado entenderlo en esta vida (putada), al menos en la siguiente. En la siguiente lo que sea: otra vida, estado, paraíso, éter.

He pasado casi doce horas con mi hermana H. Bebiendo, charlando. Viviendo. Voy reconciliándome con ella, en eso sí que va funcionando bien la madurez. Me alegro. Es una tía maja. Ojalá le salga bien lo del trabajo. Tiene razón cuando dice que no se merece estar en esta situación de indigencia y angustia. Ojalá yo fuera rica, aunque sé que para ella no sería solución. Por favor, que se le arregle. Anda, dios, vuelve en una Harley o como te dé la gana, pero al menos vuelve para H, si es que le va a servir de algo. Ya vale de pruebas. Algunos llevamos encima las pruebas nuestras y las de un montón de gente: ¿por qué lo tienes tan mal montado, tan mal repartido? Ni lo entiendo ni lo entenderé jamás, que lo sepas.

 

2 de septiembre.

Raro verano. Verano en soledad, sin dinero. Un fin de semana en Jaca, ocho días en Torrelavega viendo a mis hijos mayores. Y muchos ratos sola en casa. En mi nueva casa, en la primera casa verdaderamente mía de mi vida, aunque sea alquilada.

Estoy en ella desde el 19 de mayo. Me la proporcionó K, si no lo escribo reviento, porque fue para mí superimportante. Como dice él: “para que luego digas que no te quiero y que no pienso en ti ni me preocupo por ti”.

No dejan de pasar cosas últimamente en mi vida. Primero se van mis hijos, luego me cambio de casa, pronto cambiaré de responsabilidad en el trabajo. No sé si me gusta tanto cambio o los preferiría más dosificados. Odio la vida monótona, pero también sé que a mi disipada cabeza le sienta muy bien.

Todo esto es lo que siempre he creído desear: sola, independiente, en un apartamento. ¿Y, ahora, qué?

 

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¡2000!

14 de diciembre

De nuevo ha pasado un año.

Notas a no olvidar:

-K, por fin, en su lugar (fuera de mí).

-Alzheimer de mi padre.

-Reencuentro con mis cartas al padre.

-Fin de los cambios externos, y ¿comienzo de los cambios internos?

-Asistencia a las comidas de las compañeras de colegio. (De nuevo las raíces: primera pregunta que me hacen después de 40 años: ¿qué escribes? ¿dónde escribes? ¿qué estás escribiendo AHORA?... My god).

Seguir, seguir, seguir.

 

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2001

9 de enero.

Escribir, por supuesto.


Y pintar. Y hacer fotos. Estas tres cosas son las que definitivamente quiero para mi tiempo libre.

Escribir es la vocación más barata en cuando a dinero, y hacer fotos, la más cara. Ojalá pudiera organizarme con el dinero para compaginarlo todo. Dichoso dinero.

 

5 de marzo.

Hoy me toca ir al hospital a estar toda la tarde con papá. Ha superado la rotura de cadera, la operación, las complicaciones posteriores, la embolia pulmonar.

Y aquí está. Vivo, pero doliente, pero mucho menos ágil, pero ya no autosuficiente, pero más viejo, pero con mucha menos cabeza. Qué horror. Me he hartado de decir estos días que ojalá se muera, que ha llegado su momento, que por favor yo no quiero para él, ni para mí, ni para nadie, que sobreviva a esto. ¿Para qué?

He jugado mucho a omnipotente, porque el asunto de la vida no es asunto mío, y a lo mejor resulta que a mi padre le están reservando 95 o 100 años. Pues qué bien. ¿Y qué vamos a hacer los demás mientras tanto?

 

31 de mayo

Sobrevivir. Eso es lo que estamos haciendo, mal que bien. Lo mismo que él, que ya está claro que se agarra a la vida con todas sus fuerzas.

Qué misterio tan grande, éste. ¿Por qué la mente humana, la inteligente, la informada, la creyente en algún tipo de trascendencia, lucha de esta manera tan terrible por aferrarse a “esta” vida?

Esta vida, cuya calidad es, a los ojos de los que le rodeamos, tan ínfima, tan elemental, tan nada. Comer, descomer, dormir, mirando el periódico una y mil veces en la misma página, fijar los ojos en el infinito sentado en un sillón horas y horas.

No lee, no se interesa por nada, no saca temas de conversación. Aparentemente solo tiene dos o tres ideas básicas: ¿qué día es hoy? ¿he ido a misa? ¿ha salido la chica?... y vuelta a empezar.

¿De verdad que, al final, se borra de tu mente, de tu corazón, de tus genes, todo lo aprendido, todo lo aprehendido?

No lo entiendo, y no lo quiero vivir. Para mí, es preferible morirme, o sea cambiar de vida, o sea trascender, o sea mejorar, o sea descansar, a luchar por permanecer aquí en un plano estrictamente físico, renunciando a todo lo que te gustaba, por muy accesorio que parezca: libros, cine, conversaciones con los amigos, teatro, música, amor.

No entiendo el mecanismo mental que se produce, y además me parece muy injusto. ¿Dónde quedan todos tus pensamientos, tus sentimientos, tus percepciones, elaborados duramente a lo largo de tu vida? ¿De qué se trata pues esto de la vida en la tierra?

Es fácil entonces pensar que da lo mismo vivir de un modo que de otro, si al final, inconscientemente, vas a caer en la degradación paulatina, solo por el hecho de continuar vivo un tiempo más.

Defiendo por ello la eutanasia inteligente y reglada, incluso la posibilidad de suicidarse, de elegir tu propia muerte cuando todavía puedas ser consciente (y “sintiente”) de que ha llegado tu hora, de que mejor es parar aquí, todavía con dignidad y facultades suficientes.

Porque lo otro, no puedo saber si para el que lo “vive” compensa, pero desde luego NO para los de su alrededor.

Una de las cosas más duras que he vivido es la de atender y cuidar a alguien sin esperanza alguna de mejora, ni de la más mínima. El mero hecho de presenciar, impotente pero inmutable, su paulatina degradación.

Por ejemplo, con el paso del tiempo, no lo reconoces. Te vuelves contra ese desconocido, quieres que se muera pronto porque así todos, él el primero, descansaremos.

Pero estas sensaciones son devastadoras. Primero, culpa: ¿cómo puedo yo desear esto? Luego, desesperanza: ¿y si me pasa a mí? A mis hijos, a mis parientes, podrán pensar lo mismo. Horror. ¿Por qué la vida te da la posibilidad de que la gente al final te deje de querer? De que los sentimientos se modifiquen, de que cunda el desánimo, el agobio, el aburrimiento, y todo ello pueda modificar tu idea de padre/madre de toda tu vida?

No lo entiendo, insisto en que me parece injusto.

Sobre todo, referido, puesto en relación, con la vida posterior, la vida después de la vida. Yo creo firmemente que la vida posterior será para mejorar (el infierno es este, claramente), y entonces no veo claro cuál es el punto de unión entre una vida plena y este final tan degradante de la vida terrena. ¿Hasta tal punto, y hasta tan tarde, tenemos que estar superando pruebas, dando la talla? Lo más chocante para mí es esto de “desaprender” lo aprendido, casi siempre, con grandes esfuerzos. ¿Por qué? ¿Luego, de repente, vuelve como una ciencia infusa?

¿Y cuál es el ejemplo, la enseñanza, para los que nos quedamos aquí todavía? ¿Dónde queda la ilusión?

 

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2002

20 de agosto

Quiero volver a escribir, una vez más. Después de las líneas anteriores, del año pasado, caí en depresión, en la que trabé conocimiento con el famoso Prozac. La verdad es que me sentó muy bien.

Mi padre sigue igual. Nadie me ha contestado a las preguntas de la página anterior, pero mi depre se curó, más bien se fue amansando y se durmió. Por lo visto esta vida es lo de sálvese quien pueda. Ya me lo montaré yo, etc., etc., ya verás, a mí no me pasará esto… En fin.

He vuelto a cuidarle los fines de semana que me tocan, con muchas condiciones, que mis comprensivos hermanos han aceptado. Es bastante soportable, pero a pesar de todo no quiero ir. Voy por una cuestión externa: no quiero ser considerada como una mala hija. Qué cosas, para esto sí me importa la opinión ajena, que no me ha importado nunca. También creo que tiene que ver con mis hijos, aunque sea un poco contradictorio, ¿qué sé yo lo que van a pensar y escribir el día de mañana mis hijos sobre mí? Bueno, dejémoslo.

Qué difícil es esto de los hijos, que además no se acaba nunca. Ahora tengo que aprender, y asumir en positivo, que ya no soy para mi hija la persona más importante. Tiene pareja, está esperando un niño, y yo he quedado reducida a la condición de leve fastidio, leve molestia… Pero ¿qué me sucedió a mí en su situación? Luisa, sé justa.

 

25 de agosto

Sueños de fiebre:

Marta me preguntó (o creo que me preguntó) ¿qué es el agua para ti? No recuerdo si contesté o lo que contesté, pero la respuesta está clara en mi interior: Limpieza, profundidad, paz y Miedo, con mayúscula. Miedo a ahogarme como a los 12 años en el lago. Marta dijo: está clarísimo, retienes líquidos. Y algo más que no recuerdo bien. No entiendo la relación, pero bueno…

Pero, entre el ardor de la fiebre, he visto un poco más: las cañerías de todas mis casas se atascan, esto parece muy significativo. Y además tardo muchísimo en arreglarlas, no sé por qué. Con el maravilloso bienestar que se siente cuando está solucionado el problema; de repente, todo está bien, está limpio, el agua fluye, todo está en paz.

Esto es lo que más me importa de esta noche de fiebre, lo que más me tengo que trabajar. Más que los sueños de que me encontraba mal porque estaba ayudando a morir tranquilo a mi padre; la idea me ha acompañado toda la noche, pero no me daba ningún miedo. Lo del agua y las cañerías era mucho más importante (es mucho más importante).

Lo malo era que yo intentaba ponerme en el Nivel 1, para levantarme mejor, pero mi hermana H no me dejaba. Toda la noche ha estado interfiriendo, y como estoy todavía en el inicio y H me ponía muy nerviosa, sin hablar de la fiebre, lo he dejado. ¿Me habrá ocurrido todo lo de la fiebre, escalofríos, dolor muscular, tosecilla, para no ir hoy a cuidarlo? Me daría mucha rabia, pero ayer pude comprobar que todavía no estoy preparada para decir “no” en el tema de mi padre.

Cuantos temas que solventar… y siempre los mismos. Pero en el fondo sé que la fuerza la tengo: la fuerza me acompaña. Soy una privilegiada, pero a veces me autoengaño y la utilizo mal. Ayudadme.

 

25 de agosto.

Lo veo claro, por fin: esto es un camino, esto es el camino. Y, oh maravilla, no estoy sola para recorrerlo. Menos mal, porque ya no puedo pararme, ya no puedo retroceder. Madre, tú también, échame una mano. Anda, que te veo reírte… Tengo muchas cosas que hacer, espero no amontonarme.

Adiós, padre. Te perdono, perdóname y descansa, libérate. En esta vida ya no nos hacemos falta. Sobre todo, libérate de mí, de una vez: no me necesitas. Yo ya no pienso en que fueras una mala influencia en mi vida. Quiero descansar un momento y seguir mi camino, que es “ancho y ajeno” (una concesión, un guiño cariñoso en recuerdo de los viejos tiempos, de las enseñanzas literarias que, si soy justa, tampoco me han hecho tanto daño: si lo pudiéramos abstraer…; lo malo ha sido todo lo demás). Porque mi camino lo visualizo ancho, pero en absoluto ajeno: sé que me comprendes.  Descansa, padre. Quiero despedirte con amor. Descansa de verdad, y olvídate de mí. Yo tengo que continuar, es urgente. No seas avaro, no seas egoísta, relájate. En nombre del perdón, del amor y de la esperanza, ADIOS, PADRE.

 

2003.

1 de enero.

Por la mañana, escuchando como siempre el concierto de año nuevo, con el corazón pletórico de música y deseos de recuperar la ilusión. Gracias, hermanos Strauss. Seguís llenándome de flores y mariposas y paz y alegría. ¿Mi corazón es un vals de Strauss? A lo mejor sí. ¿Qué inconvenientes puede tener esto en 2003? ¿Y por qué tengo que fijarme en los inconvenientes? Seguro que son mucho más interesantes las ventajas.

Que no deje nunca de escuchar música ni de sentirla dentro de mí.

 

 

2004.

20 de marzo

Sobre las 7 de la mañana, mi padre se durmió y transcendió por fin junto a los suyos y en paz, completa y maravillosa paz.

Es la muerte tranquila y en casa que él deseaba, y que yo deseaba para él, y por ello doy gracias infinitas.

Padre, madre, todos: ya estáis juntos por fin. Papá, ahora vas a conocer a muchos de mis amigos incorpóreos y vas a entender mucho más de mí, si es que no lo habías entendido ya.

Ayudadnos, comprendednos y enviadnos vuestra alegría.

 

FIN DEL CUADERNO 1997 - 2004.

Ya no existen más.