sábado, 22 de abril de 2023

EL PAPEL DE TU VIDA

 

Tras la ventana, Helen mira un libro. Pero no se concentra porque su mente está repleta de pensamientos sobre la vejez.

 

Una voz le susurra: elige de una vez tu personaje. Venga, se te permite elegir uno. Naciste en esta comedia y aún te mueves a tientas, sin saber cómo actuar ni qué cara poner. Escoge tu favorito y, por favor, interprétalo hasta el final.

 

Helen levanta los ojos del libro y contempla el variado reparto de personajes que se agolpa ante su sillón.

 

Primero los ricos, esos asquerosos de las noticias, a los que ignora. Enciende la lámpara de pie para ver si está su favorito, el papel de los que ella llama afortunados; los que saben disfrutar con lo que tienen, sin ansiar nada más. Aunque a veces piensa que ese personaje debe tener alguna trampa. Le encantaría interpretarlo, pero no dice nada.

 

A la derecha, los denominados buena gente, tan reconfortantes en situaciones difíciles. Le viene a la memoria que, a lo largo de la función, ha podido vislumbrar que algunas buenas gentes ocultan un resplandor despiadado en sus ojos.

 

Y los sencillos. Madre mía, como le gustan los sencillos. Pero cree que ese papel no lo sabrá interpretar nunca.

 

Entre empujones, llega el malo a primera fila. Helen adora el papel del malo, tiene un atractivo irresistible. Sobre todo, el malo listo, porque el malo tonto le produce instintos asesinos. Pero algo muy arraigado en sus entrañas le impide elegir el papel del malo.

 

Ha intentado con empeño interpretar el personaje de escritora, es el que deseaba desde niña. Pero ahora no termina de convencerla, sobre todo esa faceta de cierto protagonismo. Es curioso, últimamente odia hacer de protagonista, con lo que le ha gustado siempre.

 

Helen se cansa y cierra los ojos, pero la voz insiste tras su oreja izquierda: Y aquí estás, en la mediocridad. Desde que apareciste en esta comedia sigues desorientada, hecha un mar de dudas. Veamos, ¿qué vas a hacer?

 

Abre los ojos y contempla la habitación en penumbra, vacía de nuevo. Deja el libro sobre la mesa, junto a la taza de té.

 

Una idea se abre paso en su mente: ¿Qué pasará si contesto que he decidido no interpretar ningún papel?