lunes, 24 de abril de 2023

VERANO DIFÍCIL

 

Decidí dedicar el verano a mi introspección, para averiguar de una vez quién soy --y aceptándolo, por supuesto--. Lo cierto es que ha sido muy duro.

Sin viajes, sin playas, sin conversaciones, sin contactos. Sola conmigo misma y con los medicamentos que iban apareciendo, ante el duro fracaso del anterior. Lágrimas, llanto profundo, miedo, ruidos extraños, fuertes deseos de no levantarte de la cama

Pero había decidido que esta vez iba en serio, y si me digo eso, lo cumplo. Así que he resistido, y un buen día amaneció discretamente mejor, más suave.

Mi hija algo había entendido, no sé si asustada, y se había instalado conmigo, sin preguntar, sin molestar, encantadora como antes. Casi la felicidad. Al final del verano volvió también mi nieto, más grande, si cabe, más guapo, si es posible.

Pero un mediodía, sentados los tres a la mesa, volvieron las lágrimas porque, en plena conversación, fui consciente de que le tenía envidia a mi nieto. ¡Envidia a mi nieto! Sí, porque mi hija le hacía más caso que a mí. Horror.

No había adelantado nada, no había comprendido nada. La voz de mi nuca, a la derecha, sonó seria: ahora no lo puedes dejar. Estás intentando comprender quién eres, sin paños calientes, por fin.

Porque los primeros resultados de mi auto investigación decían que soy una persona envidiosa, a causa del complejo de inferioridad porque mi madre me decía que era fea. Como consecuencia de esto, o paralelamente a ello, surgió la soberbia, para disimular (por lo leído, le pasa a mucha gente que se siente inferior). Y hace años, al tratar de controlar todo este terrible lío, apareció la culpa. La eterna depresión que ha dominado mi vida.

Hace pocos días, yo de estatua en el sillón de orejas, llamó ML, mi amiga/hermana. Se lo conté, naturalmente ¿A quién se lo iba a contar? Ella estaba estupefacta. Solo lograba decir “…no…”, “…yo creo que no…” Pero yo tenía la ecuación totalmente aceptada, interiorizada. Sólo pensaba en cómo ser/hacer de ahora en adelante, con mi complejo, mi envidia, mi soberbia... Lo cierto es que me había quedado tranquila, de nuevo dentro de una campana de cristal.

Hoy ha vuelto a llamar ML.

Y me ha explicado preciosamente que yo no soy envidiosa, que nunca lo he sido. Que nunca he sufrido por desear lo que tiene alguien, incluso querer quitárselo para tenerlo yo. Y le he dado la razón, yo siempre me alegro de la suerte o de las cosas buenas de los demás.

Que lo que soy es celosa (emoción relacionada al miedo de perder algo o alguien). Yo tengo celos del cariño que se tienen los demás, porque no me siento querida, en mi interior. Y esto se gestó en la muerte de mi madre a mis once años (me abandonó, le he dicho a ML por primera vez en mi vida), de mi agresión sexual sin más comentario, y del abandono de mi marido. No me siento querida. Debo decir que últimamente lo había pensado varias veces, y me lo quitaba de la cabeza. Pero es totalmente cierto. He pasado desde los 11 hasta los 74 años dándole vueltas e interpretando, incluso haciendo cosas raras. Pero confío en encontrar recursos para comprenderme y mejorar y, como siempre, tratar de ayudar.

Lo mejor de esta vida es un amigo auténtico, de los de verdad. Amigo/hermano, como nosotras nos llamamos.