Se acababa de morir mi madre, y yo estaba mucho más rara de lo normal.
Mi padre, conmigo, nunca dejó de ser el más generoso del mundo, y un día me dijo que hiciera una maleta más o menos grande, que nos íbamos a muchos sitios, él y yo. Me puso nerviosa, pero no me dejó preguntar, sólo me señaló la maleta.
La hice, claro, con la ayuda de las tatas Anselma y Valentina, que se habían convertido en mamás sustitutas, y menos mal.
Y un buen día aquél magnífico tren paró en la Gare du Nord, ¡en París! Mi ciudad favorita del mundo.
Aparte de las maravillas de París (nunca olvidaré la subida a la Tour Eiffel, ni le Sacre-Coeur, ni Montmartre, ni los bateaux-mouches deslizándose por el Sena), unos días más tarde volamos a Bélgica. En Bruselas para entonces se celebraba aquella maravillosa exposición del Atomium, en el que también estuvimos por dentro, en sus restaurantes y exposiciones, cenando en plan de mayores.
De Bruselas pasamos a Gante y a Brujas, dos ciudades mágicas que no olvidaré nunca. Para finalizar, Niza y Venecia, también inolvidables, como todo el mundo sabe. No me siento capaz de describir más este viaje.
Y el más inolvidable, mi padre.
-----------------------
Curso de escritura creativa AFDA. 19 agosto 2024.