Hace un
rato, en mi errática búsqueda diaria de algo que me impulse a escribir de
nuevo, he descubierto una curiosa página web que "obliga" a escribir
750 palabras al día. Y la estoy probando. De momento ya llevo dos líneas -desde
julio, no está tan mal-.
También
he tenido una dura discusión con mi hijo, que a los dos nos ha recordado aquel
tiempo, pasado y olvidado, cuando discutíamos por todo. Como si esa época
estuviese resucitando. Extraña y desoladora sensación.
¿Qué me
pasa? No escribo, no leo, no escucho música. Estoy susceptible, no tengo temas
de conversación, no me apetece salir de casa. Me paso horas quieta, mirando al
infinito, pensando en la vida y la muerte. En lo absurdo de todo. Pero a pesar
de lo que esto sugiere, me resisto a que la palabra depresión se enseñoree de
mí otra vez. Qué aburrimiento, vuelta a empezar, no. No. Se me tiene que
ocurrir algo, tengo que poder hilvanar de nuevo alguna historia, sentirme viva
a través de un relato.
¿Por
qué, a veces, de repente, desaparece la fuerza interior, el impulso que ayuda a
vivir? A vivir en plenitud, no a vegetar, que es lo que yo estoy haciendo
ahora.
Lo peor
es que una termina por sentirse cómoda en la nada que le rodea, que le invade.
Y cada vez se hace más difícil salir de ella.
A lo
lejos se oye una de las múltiples sirenas de la policía, o de los bomberos. En
algún otro lugar debe haber gente que está teniendo problemas, problemas
reales. Recuerdo que yo siempre he pensado que los grandes problemas, los
problemas reales, digamos exteriores, tienen solución, no debemos preocuparnos
de ellos. Lo difícil es superar los pequeños incidentes de la vida diaria.
Porque de un incendio, de una enfermedad, de un accidente, se sale. Se pone en
marcha la maquinaria y de un modo u otro, acaba. Lo que no acaba es la nada del
día a día, la dejadez interna, el pronto de mal genio o de incomunicación que
va erosionando la vida, las relaciones, el interior de las personas. Siempre lo
he sentido así.
Llevo
días, como una ingenua, coleccionando listas de buenos propósitos ("10
consejos para..."), agendas definitivas para organizarme el día, avisos
programados en todos los dispositivos para comenzar a escribir, para salir a
caminar... No miro ni pongo en práctica ninguno de ellos, y lo peor es que
parece no importarme mucho. Tampoco echo de menos leer, aunque sé que eso un
día pasará, me ha ocurrido otras veces. Eso sí, la lista de libros para leer es
ya casi interminable. Una de las frases que más me gustaba de joven es
"basta de diálogos, pasemos a los hechos", no sé por qué me he
acordado ahora.
También
estoy aterrorizada por haber decidido publicar un libro en Bubok, que ya está a
punto de salir. Es una aventura. Me apetecía hacerlo, pero ahora me da miedo.
Tenía prisa por intentarlo, no tengo treinta años, mi vida por delante es corta
y ansiaba ver un libro "mío" en alguna parte, a disposición de la
gente que lo quiera leer. Estoy muy contenta con Bubok y el libro resultante
del proceso me encanta, pero sé que los detractores de la auto publicación lo
ignorarán. ¿Por qué eso me tiene que importar tanto? Yo no soy enemiga de la
edición "normal", a través de una editorial, es más, me hubiera
encantado publicar por esa vía. Pero no me he atrevido, lo confieso. Se que las
editoriales están rebosantes de manuscritos y además con algún apuro económico,
como todos. Y me daba horror la larga espera de la que todos hablan, el posible
rechazo, la vuelta a empezar. Leo mucho en internet sobre las dos vías: edición
"normal" y auto publicación, y para las dos existen argumentos a
favor y en contra. Lo que me duele es la sospecha de baja calidad que planea
sobre los libros autopublicados. Un leve desprecio porque no hayan pasado el
filtro de una editorial. Aunque también pienso que todo lo que se edita no son
precisamente obras maestras. Y mis relatos han pasado varios filtros, sin ir
más lejos la Escuela de Escritores y los talleres de Patricia Esteban Erlés,
dos ayudas en mi aventura de escribir que considero vitales e importantísimas.
En Bubok han tenido corrección editorial y un informe de escritura. En fin...
ya está, he elegido y me he arriesgado. Imagino que por eso estoy aterrorizada,
que es normal. El resumen de todo esto es que opino que el que escribe lo hace
para que le lean. Que me encanta contar historias, y mis primeras historias en
forma de libro en papel (también formato electrónico) están próximas a
aparecer.
Ostras,
y el programa me dice que contratulations, que he pasado mi primera prueba de
750 palabras.