Aquellos 60’s
(Jovencita ante el
espejo)
Me ha llamado. Sí. Por
fin, eso que parecía imposible. Hemos quedado esta tarde nosotros solos, sin
nadie más. Se me va a salir el corazón. Y qué me pongo, madre mía. Tengo que
estar espectacular. Falda recta y corta,
nada de pliegues ni escocesas. Arriba, un conjunto de jersey y chaqueta. El
rosa le va muy bien, y dicen que me alegra la cara. O mejor la blusa blanca
bordada que es preciosa. El tema zapatos es lo peor, no me dejan llevar tacones,
y no me queda otra que las manoletinas negras. Con bolso negro, claro. Quizá
algo severa; pero no, él siempre dice que le encanta mi sencillez… Pasemos al
pelo. Ay, dios mío, mi pelo graso. No sé hacerme nada yo sola y no da tiempo para
la peluquería. Cojo el champú en seco de mi hermana, que según ella va
fenomenal. Pues es una porquería: la grasa se va, pero el pelo queda opaco,
como de madera. Qué porras hago yo ahora. Bueno, como traerá el descapotable,
un pañuelo a la cabeza, como Brigitte Bardot, es lo más apropiado. Pero me aplasta
este pelo estropajoso… Relleno la parte de arriba con algodón, cardo el pelo,
lo paso por encima y el pañuelo lo tapa todo. Así. Caray, queda de lo más BB
que me hubiera imaginado.
(Deportista famoso camina
por el centro hablando por el móvil)
Casi me muero, oye, he
tenido que sentarme en un banco a carcajada limpia. Demonio de cría, mira que
ponerse algodones bajo el pañuelo. Sí, lo que oyes. Que sí, que me pasa por
salir con chavalillas. Pero es que con esta me llevo especialmente bien. Es
maja, relajante. No, no, sólo la he llamado para darle el peluche que le compré
en París después del partido. Al salir a buscarla, el coche no arranca. Llego
paseando, toco el timbre de abajo, y la niña me aparece vestida de no sé qué
cosa y con un gran pañuelo a la cabeza. Como las mujeres de mi pueblo, oye,
total. Bueno, le doy el perrito y casi llora de emoción, la cría. Le digo va,
demos una vuelta. Caminando por el paseo de Mola, toda feliz con el peluche, no
lo he podido remediar, oyes, y de un tirón le he quitado ese horroroso pañuelo.
Dios, la que se ha armado. Las bolas de algodón revoloteando por el paseo ¿te
imaginas? ¿Yo? Pues descojonado. La niña, con los pelos tiesos y estupefacta.
Sí, sí. Primero muy pálida, luego roja como la grana, sin decir ni pio, me
devuelve el peluche y echa a correr hacia su casa. Con el pañuelo ondeando en
una mano… Pobre cría, ahora lo siento. Pero es que ha sido la monda, te puedes
imaginar. Bueno, luego la llamaré, ya se le habrá pasado. Sí, voy a buscarte y
recogemos a Fernando. A ver si puede traerse a su hermana, la que está como un
tren, y nos vamos todos a tomar algo. Un segundo, le dejo el peluche al portero
de la cría y que se lo suba, Vaya pinta que debo hacer con el perrucho en la
mano.
N.
de la A. Suceso verídico. Localización, personajes, pañuelo, algodones,
peluche, son reales. Lo demás… intento de llevar la vida con todo el humor
posible.