La palabreja la
persiguió durante toda su estancia en el colegio.
¡No se disipe! ¡otra vez
disipada! pero ¡qué afán de disiparse tiene usted! Los castigos volaban sobre
su cabeza, y ella no conseguía enterarse de lo que había hecho para merecerlos.
Al principio no entendía
la palabra, porque las monjas no explicaban lo que creían estaba claro para
todo el mundo. Y ella, por supuesto, no lo quería preguntar. Pero al cabo de un
tiempo lo enlazó con los “despistes” que le atribuían en casa cada cinco
minutos. A veces su padre se compadecía: “es despistada como yo, lo ha heredado
de mí...”. En un sitio disipada, en el otro, despistada... todo empezaba por
d.
Finalmente, fiel a sí misma, miró la palabreja en el diccionario:
disipar.
(Del lat. dissipāre).
1. tr. Esparcir y desvanecer
las partes que forman por aglomeración un cuerpo. El sol disipa las
nieblas; el viento, las nubes. U. t. c. prnl.
2. tr. Desperdiciar,
malgastar la hacienda u otra cosa.
3. prnl. Evaporarse,
resolverse en vapores.
4. prnl. Dicho de una cosa,
como un sueño, una sospecha, etc.: Desvanecerse, quedarse en nada.
Y el adjetivo era peor:
disipado,
da.
(Del
part. de disipar).
1. adj. disipador. U.
t. c. s.
2. adj. Disoluto,
libertino. U. t. c. s.
Alucinó de que las monjas la llamasen algo parecido a libertina; definitivamente,
no podía decirlo en casa. Pero, pensándolo mejor, la primera acepción de
desvanecerse, evaporarse, esparcirse, terminó resultando agradable. ¿Y si era
un poder, y si ella tenía algo dentro, alguna aptitud, que pudiera desarrollar?
Por algo lo dirían las monjas...
Se acostumbró a
concentrarse en una sola cosa, a intentar no pensar (ahora es una técnica de
meditación). Estaba convencida de que, si conseguía vaciar su mente de toda
idea, de toda imagen, sería más fácil desvanecerse en la atmósfera. Y al fin
conseguir el estatus de mujer invisible; de todos los personajes leídos, era el
que más le gustaba. Eso sí, invisible para quien, cuando y donde ella quisiera.
Ese esfuerzo le costó
disgustos, suspensos, más castigos. Y una férrea reputación de rara, de
ensimismada, de diferente al menos, que no sabe si aún persiste, posiblemente
sí. Algo rara sí debía ser, pues lo que más le gustaba, aparte de no contestar
a las preguntas, era escribir los exámenes al revés, con escritura de espejo.
Cree recordar que le hicieron algún electroencefalograma, y una serie de pruebas
de inteligencia, que detesta desde entonces. Los resultados no debieron ser muy
malos, porque finalmente la dejaron en paz. A la paz contribuyó mucho que su
padre la sacara del colegio. Y que en el instituto nadie se ocupara de su
disipación.
Pero aún hoy, su momento
más completo es ese en el que consigue disolverse en el infinito, por mucha
gente o ruido que haya a su alrededor.