El descendiente Z2 nacerá en el año 2222, en una noche casi única a nivel
cósmico. La noche en que las dos lunas, blanca y roja, coincidirán
esplendorosas en fase de luna llena.
La habitual penumbra del Laboratorio de Úteros Artificiales, con micro
atmósfera y rumor de agua, se iluminará anaranjada. Y en la segunda hora del
alba, el penúltimo útero de la derecha, contenedor de Z2, se abrirá una vez
finalizada su programación gestacional.
Z2 no hará ningún ruido durante su nacimiento. Aparecerá con rostro sereno.
Abrirá los ojos al instante. Mirará de frente a los designados como sus
ascendientes, también rubios de ojos claros, también altos. Dado lo
extraordinario del momento, el Otorgador de Nombres grabará con luz LED en un
talón de Z2 el nombre de DosLunas.
Una vez en su habitáculo para dos ascendientes y un descendiente, la
ascendiente/femenina advertirá en DosLunas algo desconocido. Una especie de
mueca en su pequeña boca. Las comisuras de sus labios estiradas hacia arriba.
No sabrá identificar el gesto. Conectará las pantallas de normas e
instrucciones. En la información 'accesible a adultos con un descendiente' no
encontrará nada sobre ello. Sólo que "la boca se mueve para articular
sonidos, en caso de no utilizar la telepatía, o para deglutir el alimento
cuando esté programado".
Ella continuará observando a DosLunas. Espiará ese gesto en su boca. Y se
sorprenderá a si misma percibiéndolo como cálido, tranquilizador. No se atreverá
a consultarlo con nadie, menos aún con alguna autoridad. No querrá que le
quiten a DosLunas. Confiará en que nadie se dé cuenta.
Pero con el paso del tiempo, la boca estirada hacia arriba de DosLunas
aparecerá intermitente, pero cada vez con más frecuencia. Por su parte, el
designado como ascendiente/masculino irá adquiriendo una mirada recelosa y
muda. Tampoco él querrá perderlos. Sin saber muy bien por qué. Sin querer
detenerse a averiguarlo.
Los ascendientes masculino y femenina, por separado, tratarán de imitar el
gesto de DosLunas ante las superficies espejadas. Al principio casi con miedo,
luego con un extraño cosquilleo en el plexo solar. Un día, a la tranquila hora
del ocaso, juntos los tres en la pequeña nave de paseo, se mirarán un momento y
descubrirán idéntico gesto en sus caras. Abierto, franco. Los ojos brillantes.
Instintivamente se asirán de las manos formando un pequeño triángulo.
En ese instante, el ojo de buey del techo abovedado de la nave se abrirá
con sigilo y un túnel de luz metálica rodeará a los tres y los absorberá
transportándolos hacia el Gran Laboratorio de Experimentos Fallidos.