Mediodía de domingo lluvioso. Un solitario en la
pantalla. Música suave.
De pronto, aquella canción de los Beatles. Aquella, de la que ni siquiera
recuerdo el título. Na nana na nanana….. y, zas, tengo 15, 16 años. Todo ese
amor intacto. La ansiedad y el misterio. Las maravillas que haré. Las
películas, los libros y aún mejor. Hasta los Beatles se enterarán, porque por
supuesto nos conoceremos.
Es aquella sensación, ¿verdad? ¿soy aún aquella cría?
No conocí a los Beatles. No me hice famosa. Pero, sesenta años más tarde, puedo
identificar aquel amor. Lo tiene mucha gente que lo mima y me lo devuelve. Ha
crecido en muchas horas intensas. En muchas desgracias. En muchos desconocidos
u olvidados en el camino.
Y la ilusión sigue ahí -me lo acaban de recordar los Beatles de repente-. Más
vieja. Con arrugas y cicatrices. Más sabia.